El papel de la inspección


Pablo López Gómez

Durante el mes de mayo del pasado curso, recibí una reclamación de un alumno de segundo de bachillerato que fue resuelta por la inspección aprobando por decreto a ese alumno, que había suspendido dieciocho de los veintidós exámenes que hizo durante el curso, entre ellos, uno final que se puso después de fuertes presiones de su familia. Cuando vieron que también lo suspendía, optaron por reclamar por el injusto y discriminatorio trato que, según su parecer, yo había ejercido sobre su hijo durante todo el curso, y obtuvieron el premio del ya mencionado aprobado. Me planteé entonces la posibilidad de escribir en torno a este cuerpo administrativo, aunque finalmente no lo hice, mitad por cansancio mental mitad por la convicción de que, con el conflicto todavía caliente, corría el riesgo de no hacer unas consideraciones muy serenas. Tal vez el propósito hubiera acabado cayendo en el olvido, no sabría decirlo, pero allá por noviembre vino a reavivarlo una noticia que llegó a mi conocimiento a través del foro de Deseducativos. En la clausura del XI congreso nacional de inspectores de educación, organizado por ADIDE, don Miguel Soler, director general de formación profesional del ministerio de educación y ciencia, dijo, entre otras inspiradas palabras, las siguientes:

Tenemos aulas del siglo XIX, profesores del siglo XX y alumnos del siglo XXI

Desconozco personalmente al señor Soler, pero me inclino a pensar que tan brillante frase la pronunció con la finalidad de captarse la benevolencia del público, que estaría, supongo, mayoritariamente compuesto por inspectores. Tomada en su sentido literal, la frasecita es una vaciedad tan absurda como altisonante, pero sería necio interpretarla en sentido literal, ya que está claro que la progresión cronológica en que se sustenta su retórica de superficie lleva una carga de profundidad donde se hallan su intención y su verdadero significado, ese guiño que el señor Soler lanzó a la audiencia para ponerla de su lado, pues, como se sabe, los políticos y los inspectores comparten con tanto regocijo como fervor una convicción: la de que el profesorado, al igual que esas aulas polvorientas del siglo XIX, es un colectivo anticuado, la rémora casposa y anclada en el remoto siglo XX que está haciendo que fracasen sus impecables leyes educativas e impidiendo que despegue la futurista educación del siglo XXI. Si alguien cree que me paso de retorcido o suspicaz, que pulse el enlace que incluyo más arriba y saldrá de dudas, porque podrá comprobar que, en el contexto amplio en el que se enmarca la frase, el propio Soler parte del reconocimiento de que algo falla en la enseñanza de hoy, y se puede entender muy bien que ese algo son los profesores, ya que la salvación que al final propone vendrá a través de la formación en nuevas tecnologías que van a recibir esos rancios fósiles del siglo XX. Y también los padres, no se lo pierdan: si un día los culpabilizó de los males de la educación el presidente del gobierno, algo habrán hecho. Cuando leí esta noticia, me dije que, decididamente, habría que escribir algo sobre esa inspección cuyos congresos se clausuran con autocomplacientes condenas del profesorado (¡los culpables son ellos!), la tan sempiterna como delirante fe en los ordenadorcitos y la tradicional táctica del avestruz ante los auténticos problemas de la enseñanza.

A lo largo de los años, he podido observar el funcionamiento de la inspección, así como los juicios y posturas que inspira entre el profesorado, y pienso que esta no es precisamente la época en que despierta mayor confianza. Como puede suponerse, siempre ha habido una distancia entre profesores e inspectores, pero lo que hay hoy se asemeja a la brecha existente entre súbditos de los que solo se espera obediencia y señores con la potestad de imponer su mandato sin demasiados límites y sin dar explicaciones. Por regla general, el inspector se percibe como esa persona que de vez en cuando aparece por el centro para realizar alguna gestión administrativa de carácter rutinario y a menudo no habla sino con los miembros del equipo directivo. En este contexto, la valoración más extendida entre quienes lo han tratado es del tipo «¿El inspector? No sé, parece un tío majo». Nos movemos, insisto, en las inocuas aguas de las gestiones rutinarias, ámbito que nadie de los que tienen alguna vez relaciones con la inspección alberga  el menor deseo de transpasar y, aun los que llegan a él, lo hacen exclusivamente arrastrados por alguna obligación, nunca por gusto. Esto son obviedades, pero las digo porque, para muchos, la imagen de la inspección se basa en estas experiencias neutras, y eso no vale para formarse un juicio: la verdadera medida de cómo es el inspector nunca nos la darán este tipo de situaciones, sino las situaciones que implican decisiones comprometidas o las de conflicto: ahí será donde, llegado el caso, veremos si un inspector es de verdad «un tío majo», un profesional razonable, un frío burócrata o algo distinto y tal vez peor.

Antes incluso de mi incidente del pasado curso con que he comenzado este artículo, hubo algunos asuntos que me llevaron a formarme una valoración no demasiado positiva acerca de cómo está funcionando hoy en día la inspección cuando se enfrenta a asuntos comprometidos. Hará seis o siete años, un amigo mío presentó un proyecto para ocupar la dirección de su instituto. No entraré en una explicación pormenorizada de cómo es hoy el procedimiento a través del cual se nombra a los directores de los centros públicos, sino que me limitaré a decir que culmina con una exposición del proyecto ante un tribunal compuesto por representantes de los padres, las administraciones locales, los profesores y la administración educativa. Este tribunal lo preside un inspector y su composición y funcionamiento están pensados para que la administración controle el proceso de forma absoluta. En el caso de mi amigo, un profesional de solvencia en todos los aspectos que puedan imaginarse y que tenía más de veinte años de experiencia, la forma de ejercer ese control fue calificar su proyecto con un cero. Para alguien conocedor del oficio, resulta difícil de digerir que un profesional solvente, con más de veinte años de experiencia y que se decide a zambullirse en el berenjenal de trámites y trabajo que supone un proyecto de dirección, acabe presentando una propuesta digna de ser calificada con un cero, pero a mi amigo, ya ven, se lo pusieron, ante el estupor y la indignación no solo suyos, sino de todo aquel que tuvo noticia de tan inicuo despropósito. Quedó así eliminado de la carrera para ocupar la dirección, a la cual era el único profesor del centro que concurría. Llegó nombrado un director de fuera al que nadie conocía, alguien que a su vez tampoco conocía el centro y que concitó el rechazo o la aversión de la mayoría del claustro, con el resultado de que los años que duró su mandato resultaron desagradables y revueltos. De este tremendo despropósito -que hay que sumar a la grave injusticia cometida con mi amigo y fue resultado de ella- fue responsable la administración y su mano ejecutora, la inspección educativa. La explicación más insistente que por aquellos días circuló acerca del lamentable trato al que fue sometido mi amigo fue que, por alguna razón personal -recalco: personal, no profesional-, no era del agrado de la administración y que ese cero que recibió fue un cero de castigo, una manera de hacer imposible que alguien «non grato» alcanzase la dirección de un instituto. Esta, repito, fue la explicación más extendida, por no decir la única, y cada cual será muy libre de aceptarla o no, pero quizás este tipo de especulaciones no se producirían si, al contrario de lo que sucede, los representantes de la administración en estos procesos estuviesen obligados a dar una motivación de su nota y no tuviesen la potestad de acogerse a una ausencia de explicaciones que encaja muy mal en un estado de derecho.

Pasados dos o tres años, fui yo mismo quien presentó un proyecto. No soy la persona indicada para decir si soy o no un profesional solvente, aunque pongo todo mi honesto empeño en serlo, pero sí puedo afirmar que, al igual que mi amigo, tenía entonces más de veinte años de experiencia a mis espaldas; que, como no podía ser de otro modo, me esmeré en la elaboración de un proyecto que salió, como mínimo, decoroso y razonable, en colaboración con los compañeros que se embarcaron conmigo en él, todos ellos profesionales excelentes e intachables; que, entre otras cosas, por las ideas motrices que lo impulsaban (elevación del nivel de exigencia académica, mejora del clima de convivencia y recuperación del respeto al profesor, en un centro en el que se había perdido), el proyecto gozaba de muchas simpatías y apoyos en el claustro: todas estas cosas sí son objetivamente comprobables para quien pudiera estar interesado en ello. Pues bien, con estos mimbres, mi proyecto también fue valorado con un cero o tal vez un uno o un dos, con la consiguiente perplejidad e indignación de todo el claustro, salvo, quizás, algún que otro fanático de los dogmas logsianos. ¿Por qué se valoró así mi proyecto? Serían otros quienes tendrían que decirlo, pero estoy convencido de que, en gran parte, fue por las ideas motrices que antes he mencionado: a alguien debió de parecerle que defendíamos esas cosas con más ardor del que se merecían. En los últimos tiempos, más de una vez me ha tocado ver en la enseñanza que la seriedad y la profesionalidad eran penalizadas, así están los tiempos últimamente. Terminaré este episodio con un dato anecdótico, pero que juzgo significativo. El día en que teníamos que leer los proyectos, el acto debía comenzar a las doce en punto. La comisión de representantes de la administración, encabezada por el inspector, llegó al centro a las doce y veinte y… encabezada también por el inspector, se fue derecha a tomar un cafelito, con lo que el acto comenzó con cuarenta minutos de retraso y de espera para los dos ponentes que estábamos citados.

De todos modos, estos asuntos quedan un tanto empequeñecidos si se comparan con otro del que tuve después noticia, me refiero a la historia del profesor granadino José Manuel Rabasco Valdés, que fue víctima de un hostigamiento entre kafkiano e inquisitorial que le llevó a una injusta -así lo estableció una sentencia judicial- sanción de separación del servicio en octubre de 2007, después de nada menos que tres expedientes, una separación del servicio de ocho meses que incluía pérdida de sueldo. Un año después, cumplida la sanción y tras atravesar un durísimo periodo de dificultades económicas, en octubre de 2008, Rabasco moría por un empeoramiento de sus problemas de salud, al que no debe en absoluto considerarse ajena la injusta situación a que se vio sometido. Básicamente, el conflicto consistió en un enfrentamiento entre José Manuel Rabasco y el director de su centro, que saltó con una chispa en apariencia fútil pero tal vez nada casual, un roce del profesor con dos alumnas que llegaron tarde a clase, las cuales recurrieron al amparo del director, el cual, ante la profunda maldad de Rabasco, se vio obligado a solicitar el concurso de instancias superiores, es decir, la administración educativa, representada por la inspección, a partir de lo cual, bola de nieve, bola de nieve… se llegó al lamentable final de esta historia. Siquiera por mantener el buen nombre del difunto, la familia de Rabasco llegó hasta el final en la pugna que él ya había iniciado contra las autoridades educativas y, años después, en marzo de 2010, una juez de Granada le dio la razón, en una sentencia que todas las fuentes coinciden en calificar como tremendamente dura con la consejería de educación andaluza, el director y el inspector responsable de la instrucción de la sanción administrativa, instrucción de la que la magistrada subrayó la permanente vulneración de los principios más elementales del derecho sancionador. El caso del profesor Rabasco es un episodio muy inquietante, por lo que revela tanto del funcionamiento de la administración como del comportamiento del inspector y el director enfrentados a la víctima de este proceso. Si se atiende a lo establecido en la sentencia, parece claro que las autoridades perseguían más castigar a una persona insumisa que resolver imparcialmente un conflicto y que, en aras de este propósito, el inspector responsable de la instrucción no la condujo con la limpieza deseable. Son, sin duda, comportamientos muy alejados de una deontología profesional. Inquieta también el escaso o casi nulo eco que alcanzó en los medios de comunicación más poderosos de esta España donde nos enorgullecemos de nuestra libertad de expresión: ¿están preocupados de que alguna vez podamos pensar que no vivimos en el mejor de los mundos posibles? Pues no creíamos que fuera esa su función. En el momento actual, la fuente que probablemente más información ofrezca acerca de la historia de José Manuel Rabasco es la página web de ACIA, pero ni siquiera en esta ni aun en la de APIA, sindicato que se implicó mucho en este asunto, he podido -dato curioso-  hallar completa la al parecer contundente sentencia de nueve páginas de la magistrada doña Estrella Cañabate Galera: alguna vez estuvo, pero parece haberse esfumado de la red.

Con el propósito de ir finalizando este artículo quizás ya un poco largo, retorno a su origen, a aquel alumno mío al que la inspección aprobó a pesar de haber suspendido 18 de 22 exámenes. Aunque los envié a la inspección, estoy persuadido de que esos exámenes no fueron ni aun ojeados, a la vista de los argumentos en que se basó la decisión de aprobar, el más contundente de los cuales fue la afirmación de que el alumno había alcanzado la madurez para superar el curso. Nótese incluso que ni siquiera se esperó al final oficial del curso, es decir, a su última convocatoria, la de septiembre, sino que se entendió que el implicado, al contrario que algunas dulces frutas, había alcanzado la madurez ya antes del verano. ¿Había prisa? No sé. Entre los profesores que conocían al alumno, este argumento de su madurez produjo sonrisas irónicas o gestos de estupefacción, pero no debe tomarse a risa, porque -luego lo supe- es el asidero al que la inspección de toda España se está agarrando para dar -no encuentro mejor palabra, salvo tal vez «regalar»- aprobados sin tener que engolfarse en fatigosas motivaciones. Y es legal, este es el actual estado de nuestro ordenamiento educativo. También entre los alumnos causó estupefacción y cierto disgusto, ya que, al contrario de lo que algunos pintan, los chicos no son idiotas, y menos, a esas edades. Algunos habían suspendido y no por ello habían echado mano de recursos, digamos, «paralelos»; otros, de entre los que habían aprobado, me mostraron su perplejidad ante el hecho de que hubieran podido alcanzar ese aprobado sin el esfuerzo que les había costado a ellos: segundo de bachillerato no es curso fácil, ¿cuáles eran exactamente las reglas del juego: el esfuerzo que predicamos los profesores y cierta vistosa propaganda oficial o llamar a la puerta del despacho apropiado? No fue credibilidad lo que ganó el sistema con este episodio. Indignado por una resolución tan injusta, tomé la decisión de informarme para recurrirla por los cauces legales, pero finalmente no lo hice, sobre todo, por una razón: porque, tras consultar con tres abogados de diferentes ámbitos, todos por separado me respondieron con un consejo unánime: no lo hagas, porque, en el mejor de los casos, llegarás a un reconocimiento moral sin efectos prácticos y después de dos o más años de vaivenes jurídicos. Este es el actual estado de nuestro ordenamiento educativo. Ellos me dijeron además otra cosa que yo mismo comprobé por otras fuentes, por comentarios, por Internet, incluso por casos muy cercanos a mi entorno: que está sucediendo a diario, que en todas las comunidades autónomas se dan aprobados «por madurez», hasta con la callada como única motivación, hasta a alumnos con notas de cero o de uno, hasta a alumnos que han presentado signos de violencia hacia esos profesores contra los que reclamaron. Y al mismo tiempo, como me señaló sagazmente una compañera, en comunidades como Madrid, se nos concede a los profesores la condición de autoridades. Y es legal: este es el actual estado de nuestro ordenamiento educativo. ¿Para esto sirve la inspección?

Esta es la pregunta: ¿para qué sirve la inspección en esta enseñanza del siglo XXI? Volviendo a la frase de don Miguel Soler, desde el primer día en que la vi, capté en ella una colosal carencia: falta la inspección. Estando como estaba en la clausura de uno de sus congresos, es imperdonable que tan alto cargo educativo repartiese siglos entre los alumnos, los profesores y hasta los pupitres y se olvidase de los inspectores. ¿En qué siglo sitúa don Miguel Soler a los inspectores? Con los furores futuristas que demuestra, a lo mejor los sitúa en el siglo XXII, quién sabe. Habría estado genial, miren qué frase:

Tenemos aulas del siglo XIX, profesores del siglo XX, alumnos del siglo XXI e inspectores del siglo XXII.

Si lo que se buscaba eran frases de efecto… vamos que ni el propio Cantinflas, una pena que al señor Soler no se le ocurriera o no se atreviera a soltarlo. ¿Y nuestro sistema educativo, dónde lo situará? De esto no puede caber la menor duda: con esos planteamientos tan utópicos y divorciados de la realidad de hoy, nuestro sistema educativo es del siglo XXX, eso, como mínimo, vayan añadiendo eslabones a la frase.

Pero dejemos los futurismos y vengamos a lo de hoy, a este siglo XXI al que, mal que le pese al señor Soler, pertenecemos todos: aulas, profesores, alumnos, inspectores y hasta él mismo. El siglo XXI es hoy, es presente, es diario batallar para hacer mejores a nuestros alumnos con nuestro trabajo serio y real de hoy, es sacar nuestros logros de hoy y resolver nuestros problemas de hoy en nuestros centros de hoy, y para esto, la retórica futurista, vana y un tanto perversa del señor Soler aporta lo siguiente: cero patatero. Dejémonos ya de lucir el traje de Armani y la lengua florida y los cuentos de la lechera en congresos que empiezan con parabienes mutuos, terminan con vino español y fervorosos aplausos y dejan un balance concreto cuya aportación concreta a la mejora de la enseñanza concreta es exactamente la misma que si estos magnos señores, en lugar de hacer el congreso, se hubieran ido al campo a coger espárragos. Vale ya de irse a los saraos a hacerse los «guays», de hacerlo encima menospreciando a los que nos dejamos la piel día a día para que la cosa funcione y de sentirse encima la piedra de toque del Universo: digámoslo claro, eso será muy divertido para los que participan, pero, insisto, no aporta nada y a los demás nos produce, en el mejor de los casos, indiferencia.

A mí me hubiera gustado que el señor Soler me hubiera dado una respuesta creíble a esta pregunta: ¿para qué sirve la inspección? ¿Para colocarnos en un despectivo siglo XX a los cientos de miles de profesores que hacemos que ruede a diario la educación de nuestros jóvenes? ¿Para humillar a profesionales serios con ceros vengativos y aberrantes? ¿Para arrastrar por los suelos a José Manuel Rabasco? A propósito de este docente, profesional intachable mientras el director y el inspector que le persiguieron con saña no sean capaces de demostrar lo contrario: ahora, puesto que la sentencia que le dio la razón en todo aquel turbio asunto no es firme, parece ser que todos nos tenemos que estar callados y modositos y tentarnos las ropas antes de osar emitir una duda, pero yo me pregunto: ¿acaso hay en este mundo alguien tan ingenuo como para pensar que la cacería en que le metieron no tuvo nada que ver en su prematuro fallecimiento? Pero volvamos con aquello de para qué sirve la inspección: ¿para aprobar porque sí a alumnos que no lo merecían por el conducto del estudio y el esfuerzo? ¿Para tratar -cosa que he presenciado con mis propios ojos- con soberbia a los profesores? ¿Para abordar conflictos en los que estén inmersos tratándolos como a presuntos culpables? Ya me contestarán, o que me censuren este.

Acabaré -ya sí- retomando la simpática retórica del señor Soler: ¿de qué siglo es la inspección? Puesto que en el siglo XXII no podemos colocarla (¡era una broma!) porque no sabemos cómo será, habrá que situarla en uno de los que, por pasados, ya conozcamos. Mirando hacia atrás, vemos que, en el XX y el XIX, no podemos ponerla, ya que están ocupados por los profesores y por las aulas, el mismo señor Soler lo dijo. ¿Quizás en el XVIII? Rotundamente, NO: el siglo XVIII es el siglo de la la Ilustración, del saber, del esfuerzo, de la ampliación del horizonte humano por la luz de la Razón: ¿cómo vamos a situar en ese siglo a una inspección que aprueba a los alumnos por madurez? Por eso de estar maduros se aprueba a  los plátanos, a las peras o a las chirimoyas, pero a los alumnos hay que aprobarlos por sus conocimientos: lo contrario es convertirnos en mantenedores de un sistema que produce un 30% de fracaso escolar nominal y un 40 o un 45% de fracaso escolar efectivo. Además, hay otro motivo: en el siglo XVIII, como es sabido, el 3 de agosto de 1713, se creó la Real Academia Española, rancia institución que mantiene entre sus caducos empeños la defensa de la ortografía, y yo he visto a más de un inspector cargar contra esta disciplina (¡horror, disciplina!). No, la inspección de educación no encajaría muy bien en el siglo XVIII. ¿Y el XVII? Hombre, el XVII es el siglo de Cervantes, de Lope, de Gracián, de Quevedo, de Góngora… de todos esos tíos que tan mal salen en un power point, cierto, pero… por otra parte… ¿no quedarían muy propios del inquisitorial XVII asuntos como el de José Manuel Rabasco? ¿Y eso de apalear con un cero a profesionales serios sin motivó alguno? ¿No se parece a un intento de humillarlos exponiéndolos a la vergüenza pública con un también inquisitorial sambenito? O lo de apobar con motivos pobres o directamente sin motivos a alumnos en contra de lo que demostraban sus rendimientos, en contra de las evaluaciones motivadas de sus profesores, en contra de dictámenes de departamentos compuestos por especialistas: ¿no se parece a una posesión de la verdad de origen divino muy del teocrático siglo XVII?

Tal vez; tal vez sea el XVII el siglo de nuestra inspección. Pues ya ha llovido desde entonces, así que a lo mejor habrá que ir saliendo de la clausura del triunfal congreso y poniéndose a tono con los días, que no están para retóricas florituras.

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Categorías: Crónicas del País de las Maravillas, Diagnósticos

Autor:Pablo López Gómez

Hola amigos. Me llamo Pablo López y abro este blog porque me parece extraordinario estar integrado en un sitio como TEXTOS DESEDUCATIVOS, al que está conectado y que sirve de pantalla y plataforma para quienes pertenecemos al mundo de la educación y no nos levantamos todas las mañanas repitiendo tres veces: "Si Álvaro Marchesi no existiera, habría que inventarlo". Puede que algunos me conozcáis ya, porque soy el único responsable ante Dios y ante la Historia de ese blog que se llama La garita del guachimán.

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45 comentarios en “El papel de la inspección”

  1. merucu
    25 enero 2011 a 8:22 #

    No puedo sino estar de acuerdo en todo lo que nos cuentas. Voy a aportar alguna más de inspectores, para quien le pueda interesar. Una es muy conocida en Asturias, pero creo que no tanto fuera de ella.
    Años atrás, la inspección nos pedía las programaciones y nos contestaba, razonadamente, si eran adecuadas o si faltaba esto o lo otro. Y lo hacía a lo largo del primer trimestre. La programación del departamento de Matemáticas de un IES de la zona central de Asturias fue considerada, documento mediante, apta para ser llevada a la práctica con los alumnos matriculados en ese centro. He aquí que en segundo de Bachillerato, un alumno suspende dicha asignatura. Ya se sabe: reclamación al canto, y la inspección lo aprueba con el argumento de que la programación impedía valorar no se qué y no se qué más. El departamento, ni corto ni perezoso, acudió a la justicia ordinaria, dado que su profesionalidad quedaba en entredicho (profesionales de más de veinte y treinta años en su oficio «carecen de criterio» para calificar y evaluar…); lógicamente (en diciembre, la programación era perfecta) se les dio la razón y el alumno fue suspendido cuando cursaba ya estudios universitarios. Se estableció un procedimiento especial, tuvo que volver a hacer el examen o se le realizó una convalidación a posteriori, en función de las asignaturas aprobadas en la universidad (desconozco la solución administrativa final del asunto). Lo importante es el papel que jugó la inspección.
    ¿Por qué? ¿Quién era, quién es, el padre del alumno implicado? Cabe destacar que otros suspendieron la misma asignatura con la misma «inadecuada» programación, y no fueron aprobados -tampoco reclamaron, bien es verdad-. Pues nada menos que el director de otro centro, y luego de otro, vinculadísimo al PSOE, y número dos de la Consejería de Educación.

    • Jesús San Martín
      25 enero 2011 a 9:08 #

      ¿Relativo al mismo partido?. “Hazte del partido que tenemos más puestos que gente”. Esa es la visión de patio propio que tienen del país, en lo relativo a puestos cualificados en la administración, puestos que deben ocuparse por mérito. Evidentemente que les faltará gente para rellenar los puestos que necesitan técnicos cualificados, son técnicos, no sinvergüenzas.

      El hijo de otro Sr. El rector le dijo, “no se preocupe, es que a su hijo no le han sabido enseñar”, y el rector tuvo el detalle de llamar a los profesores, no terminó primero. Ya sabéis que en matemáticas la incógnita es x, digamos entonces Sr. X; la universidad en cuestión no me queda lejos. No he vuelto a saber nada del hijo, pero lo que se dice pasar hambre no lo hará ¿comerá del dinero que se le expolia a los trabajadores en paro, vía su padre?

      ¡Maximiliano y David! ¡Estoy pensando en un acero al cromo-vanadio-tugsteno para las hojas de afeitar!

      • 25 enero 2011 a 15:12 #

        Jesús, creo que debemos tener claro que el caos y las injusticias en educación y con la inspección de por medio no son privativos de un partido, sino que los encuentras en sitios gobernados por el PP, el PSOE o los nacionalistas, ejemplos hay para llenar un almacén. Una inspección sobre todo pendiente de lo represivo por fuerza tiene que hacer buenas migas con todos los partidos que tocan poder en España: es el instrumento ideal para controlar lo que ellos llaman «paz social» (aunque se parezca demasiado a la paz de los cementerios) y por otra parte, a fin de cuentas, entre estructuras diseñadas para controlar el poder no puede haber sino buen entendimiento.

      • Jesús San Martín
        25 enero 2011 a 17:03 #

        Ya sabes de mi amor por los politicastros, y si se pueden poner más ejemplos de un sinvergüenza que de otro es porque llevan más tiempo considerando esto como el patio de su casa. Pero espera a que empiecen a ordeñarnos ellos.

        Lo que comentas en tu artículo es espeluznante y repugnante y no sabía del proceso de selección del director del instituto. He de decirte que si a ti te pusieron un 1 y a tu amigo un cero, él tiene mejor nota que tú, porque tú tienes sobresaliente y él matrícula de honor: una amiga piensa que ser considerado amigo (en este caso aprobado) por ciertas personas es un deshonor.

        P.D. me dice un amigo que PP va a apoyar la ley Sinde y cerrarań las webs. Quiero ver que intentan cerrar esta página, como si no se pudiera llevar el servidor al extranjero. Ya veremos a esos que tanto defienden la libertad: a tirar pasquines por las calles, como en la época de Franco.

      • Jesús San Martín
        25 enero 2011 a 19:48 #

        Por si nos vemos en la necesidad de emigrar el servidor

        http://www.elblogsalmon.com/empresas/como-no-estar-bajo-la-jurisdiccion-de-la-leysinde-servidores-en-propiedad-fuera-de-espana

      • Francisco Javier
        25 enero 2011 a 20:24 #

        Menciona Jesús la LEY SINDE y no puedo sino manifestar aquí mi dadaista punto de vista, que se puede resumir así: que descargue el personal lo que le de la gana y si eso significa el hundimiento de la Industria de la Cultura, pues que se hunda. «El dinero es un bien público» ( frase que aparece en último trabajo de Godard, Film Socialisme ). Es curioso que son justamente los creadores más serios, los verdaderos creadores, los más magnánimos a la hora de compartir su trabajo. Que aprendan del señor Grigori Perelmán. Y si nos cierran deseducativos, pues nada, a buscarse un servidor en Rusia.

        (Naturalmente no sostengo que haya que piratear indiscriminadamente, se trata de tener criterios éticos. Si una persona sin recursos necesita un programa informático o ver una película, ¿no está en su derecho de acceder a ese bien, al que de otro modo nunca accedería?)

  2. Maximiliano Bernabé Guerrero
    25 enero 2011 a 11:31 #

    Artículos como éste son necesarios, porque muchas veces hacemos muestras intachables de erudición y raciocinio, pero no descendemos al fango que nos ahoga, a la mierda que nos hacen tragar. Pablo, sobre alguno de mis artículos me decías que a ese paso iríais pronto a mi entierro. Ahora te lo digo yo. Y tómatelo también como un elogio. Nos hace falta valor, del de toda la vida, del de tirar para adelante sin preocuparse mucho. La inspección, la inspección. Yo creo que ellos (salvo contadísimas excepciones) son del siglo XX, porque su modelo es la GPU estalinista. De la Señorita Pepis, si se quiere, pero a veces causan mucho dolor, como en el ejemplo que citáis de Rabasco. En mi trabajo jurídico de estos dos años y medio he conocido casos interesantes y espeluznantes. Dentro de poco empezaré a hablar sobre ellos. Por cierto, abandono lo jurídico y vuelvo a primera línea. Ya contaré más dentro de poco porque yo mismo tengo en curso consejito de guerra sumarísimo, y no sé si con deportacioncita de la Señorita Pepis.
    Por lo que he visto en la taifa castellano manchega, muchos de los informes de los inspectores parece que están hechos con el culo, o con los pies, Jurídicamente, contienen una aberración tras otra. Y se quedan tan anchos. Se valen de dos cosas:
    1 La Administración les va a dar la razón, y en muchos casos, en la resolución del expediente disciplinario va a reproducir ese informe pedestre hasta en su última coma.
    2 A ver quién es el guapo que va al contencioso administrativo para recurrir lo anterior: Cuesta dinero, dos años hasta el juicio, y grandes probabilidades de perderlo.
    Investigando a alguno de los autores de tales informes se puede ver que incluso te topas con gente que no ha aprobado la oposición de inspector, que actúa como tal accidentalmente (aunque lleve años así). Incluso recuerdo el caso de uno, del cual conseguí hacerme con las notas de la oposición, que tenía en todos los exámenes O. Y allí estaba el bigardo. Y luego, la oposición de inspector lo que valora es el conocimiento de la legislación logse-loesiana, no el dominio de cierta técnica jurídica, necesaria para emitir informes que inician expedientes disciplinarios.
    Jesús, el cromo-vanadio-tungsteno es mejor aplicarlo a las bayonetas y a la cuchilla de la guillotina.

    • Jesús San Martín
      25 enero 2011 a 12:05 #

      ¿A qué cuchilla crees que me refería? Son metáforas y sinónimos, o cuando digo politicastros ¿no eres consciente de que me estoy refiriendo a hijos de madre con entrepierna alegre y moral relajada?

    • 25 enero 2011 a 15:21 #

      Oiremos lo que cuentes con sumo interés, Maximiliano, que siempre es enjundioso. En cuanto a las posturas que debemos tomar, yo cada vez estoy más convencido que deben ser de rebeldia y de oposición frontal a un sistema podrido. Yo hace tiempo que estoy convencido de que en la educación española no hay democracia, y eso se va contagiando cada vez más al sistema en general, solo tenemos que ver cómo se han repartido las ganancias y las ayudas por un lado y los palos económicos por otro, a quiénes han ido unas y otras, los procedimientos seguidos… Tocas, por otra parte, en tu comentario, un punto clave: la perversidad del sistema, la falseda de los procedimientos legales de recurso, que existen en teoría, pero, en la práctica, son auténticos callejones sin salida de los que los que muy difícilmente se puede esperar un restablecimiento auténtico de la justicia. En estos aspectos, España está de pena y las perspectivas no animan al optimismo, miremos a nuestro alrededor.

  3. Ania
    25 enero 2011 a 11:34 #

    Yo , por lo que voy observando, los proyectos de Dirección que salen adelante son los de individuos y equipos que tienen en cuenta, especial y casi exclusivamente, la defensa del buen rollito con el alumno y sus padres y que practican, excepto con un pequeño grupo de amiguetes, la presunción sistemática de culpabilidad del profesor en cualquier conflicto que surja. Cuando ocurre algo , siempre se hacen de nuevas aplicándole la mínima sanción posible o animándole a que moleste más para doblegar al profesor y obligarlo a marcharse y/o enfermar. Cuanto peor es el alumno y sus padres más colaboran estos equipos directivos con ellos. Su argumentación es «la salvación del alumno por la comprensión infinita y el aprobado». Siempre encuentran motivos para justificar lo injustificable al alumno al tiempo que culpabilizan al profesor y le exigen logros y desempeños imposibles en tales circunstancias.

    Los inspectores suelen hacer buenas migas con estos equipos directivos. Algunos intentan no hacer más daño al profesor de lo que ya ve que le están haciendo los otros . No sé si se puede aspirar a más de su parte puesto que están aislados de los afectados y se relacionan habitual y prácticamente en exclusiva con los equipos directivos, los orientadores, la administración cuando no directamente con los políticos.

  4. Ana Belén
    25 enero 2011 a 12:48 #

    Un artículo estupendo, Pablo, que muestra la verdadera cara de este sistema, un verdadero monstruo, oculto tras las dulces mieles de la motivación y la atención a la diversidad, que muta mostrándose tal cual es cuando se le tocan las teclas adecuadas. Un verdadero horror. El caso del profesor Rabasco es sangrante, yo lo había leído en la página de algún sindicato andaluz o quizá en el blog de alguien, no recuerdo ahora mismo, pero ya fue a través de Deseducativos. Es muy significativo, como señalas, que un caso de tal envergadura, y agravado por la trágica consecuencia de la muerte del profesor, no tuviese ningún tipo de eco en los medios de comunicación. Esto es espantoso, bien mirado. Este barco se hunde y lo que nos espera es Caribdis, que Escila ya nos va devorando por el camino. A la vista está. Quiero felicitarte por el artículo y manifestarte mi total apoyo. Los supensos que recibisteis tu amigo y tu al presentar vuestros planes para la dirección está claro que fueron cualquier cosa menos objetivos. Gracias por escribir sobre esto, que nos sirve a los que estamos empezando para saber en qué terreno nos movemos. Saludos.

    • 26 enero 2011 a 17:05 #

      Gracias, Ana Belén. Como en la vieja fábula del león, el lobo y el zorro, bien valdrá el artículo si sirve para que haya quienes escarmeinten en cabeza ajena y sepan con quiénes se juegan los cuartos en cada momento. En cuanto a Escila y Caribdis, hagamos lo posible por que ni la una nos trague ni la otra nos devore con facilidad.

  5. Ana Cuesta
    25 enero 2011 a 13:26 #

    La inspección educativa es una institución desacreditada porque se ha convertido con el tiempo en un mero instrumento al servicio de la arbitrariedad del poder. Seleccionada desde los años 80 (con la reforma de la función pública) con criterios puramente dedocráticos, clientelares y nada transparentes, consolidada en nuevo cuerpo con la ley Pertierra, en 1995, mediante un descarado fraude de ley, la Inspección Técnica de Educación, cuyos fines son: evaluar, asesorar y supervisar, realmente sirve para hacer el trabajo sucio de la administración educativa de turno (con minúscula, no se merecen otra cosa). ¿Dónde están los informes de la inspección sobre el desastre que evidencia los informes PISA? ¿Dónde está la defensa de la legalidad en todos los casos infamantes que se producen habitualmente? La inspección es una correa de transmisión, como pretenden también que sean las direcciones de los centros. Así, en lugar del discurso pseudodemocrático y pseudo-representativo, no es más que un escalón privilegiado de la escala de mando. Están para lo que están. Y se han convertido los inspectores en una institución prescindible y lamentable.

  6. 25 enero 2011 a 15:57 #

    Muy acertado y conveniente el artículo de Pablo sobre la inspección, una pieza clave del sistema, destinada tal como está a consolidar el statu quo y que en nada se parece a un servicio público objetivo que ayude a las autoridades educativas a gestionar mejor. La responsabilidad de su funcionamiento, no obstante, es del poder político que la dirige y que no le ha dejado ningún margen de profesionalidad. De forma que es la voz de su amo.

    Algún comentario más al respecto. La frase del señor Soler no es de cosecha propia; es, por el contrario, una consigna de la secta, una más de las mil estúpidas memeces que reproducen, no sin eficacia: la he oído una y mil veces. De nuevo, los políticos y altos cargos repiten lo que la secta les dicta. Por otro lado, el ínclito director general es en la vida civil un profesor de instituto, lo cual tiene más delito por lo que tiene de traición al gremio, autoodio o deseos de ser otra cosa distinta de lo que se es. Pues asume que los profesores son parte del problema, o quizá sólo el problema.

    ¿De qué siglo son los inspectores? Más sinestésica habría sido la pregunta ¿A qué huele la inspección? Y más práctica, ¿inspección para qué?, como preguntó el que fuera inspirador del pensamiento político de muchos de los actuales inspectores en sus años mozos. Tal como ha evolucionado la institución, la inspección educativa, descartada una verdadera profesionalización que se inspirase en los principios constitucionales de mérito y capacidad, es un organismo claramente derivado de un movimiento político arraigado a mediados del siglo XX, heredero del espíritu sanchopancista de la Restauración canovista, no incompatible con un afán inquisitorial contra todo lo que no se ajuste al guión: el franquismo sociológico. Mientras usted sea un borrego y manifieste su complicidad silente con el poder, puede hacer lo que quiera e intentar acomodarse como pueda. Si, por el contrario, muestra un mínimo de rebeldía y dignidad, aténgase a las consecuencias.

    • 26 enero 2011 a 17:46 #

      Mariano: el ínclito director general dirá que nos vio volar sobre una escoba en noche de luna llena si con ello salva el carguillo; los inspectores V, W, X, Y, Z… harán lo mismo y por la misma razón. Y el fondo de todo es el que tú dices: forman parte de un sistema insostenible y en descomposición. que apesta (vendo pinzas nasales a 0’50 la unidad). «El castillo» de Kafka: una burocracia perfecta especializada en no resolver nada con el único fin de mantenerse a sí misma; la Inquisición de los Austrias menores ( y la de antes, y la caza de brujas…): un sofisticado aparato represivo que utiliza el miedo y la represalia para mantener un sistema insostenible. Más de una vez me ha pasado esto, porque soy perro viejo y bien apaleado en el oficio de resultar incómodo: el saludo de un inspector al dirigirse a mí, su tarjeta de visita, su primera palabra, han sido una acusación vaga o una amenaza velada, el viejo «cuidado, porque habría razones para meterle mano a usted» destinado a amansarme al primer envite. Es lo que trato de decir en el artículo y lo que me indigna: la fracasada, apoltronada y aurtosatisfecha clase dirigente de la enseñanza, que incluye a políticos, popes de la pedagogía, cargos y, sí, también a los inspectores, consciente de su fracaso, del agotamiento de sus ideas (si es que alguna vez tuvieron alguna que valiera dos céntimos) y de su ineptitud, se ha bunkerizado hace tiempo, se ha atrincherado y y dispara sin demasiados miramientos contra cualquier cosa con tal de defenderse. Y una de las mayores aberraciones (muy cierto eso que dices de que la frasecita de los siglos es en realidad un manido estandarte de estas «imaginativas» legiones: hace menos de una semana, sin ir más lejos, lo enarbolaba uno de sus gastadores en las páginas de «El País», en una carta que, por cierto, el órgano del progresismo recuadró como carta destacada del día) es defenderse cargando precisamente contra quienes no hacemos otra cosa que trabajar y a menudo batirnos el cobre en esas aulas que ellos han complicado tanto. Si aberrante es que los propagandistas intenten ocultar su fracaso desprestigiando al profesorado, mucho más lo es, y no solo aberrante, sino además, injusto, dictatorial e intolerable, lo que hace la inspección: señalar nuestra¨»culpabilidad» a base de decisiones arbitrarias y meramente represivas. Hay que gritarlo: los profesores cometeremos errores, pero no tenemos la culpa de que el sistema sea un desastre, miren más bien hacia esos supuestos responsables políticos y administrativos. Ahora, a mí me parece que el profesorado, colectivo dócil y timorato donde los haya, debería empezar ya de una vez a rebelarse, siquiera a algo tan simple como decir NO o contar este o aquella que un día le hicieron algo o vio que a alguien le hacían algo que le parecía que era una injusticia o una interpretación torcida de las normas. ¿Es que en la democrática España hemos llegado al miedo a hablar? ¿Al miedo a quejarnos cuando creemos que nos tratan mal? Tendría gracia, en una enseñanza donde está claro que uno de los males es la prepotencia que han adquirido muchos aprovechados para reclamar como derechos cosas que no lo son, amparados por el irresponsable y persistente aliento de leyes y autoridades (véase, entre un millón, el grotesco caso del jamón de Cádiz). ¿Tenemos una inspección maravillosa o con unas prácticas lamentables? Cuente usted su experiencia y manifieste su opinión y así saldremos de dudas, aquí ya se puede hablar. A ver si así de una vez empezamos a encaminarnos hacia mejoras reales.

  7. 25 enero 2011 a 15:58 #

    Enhorabuena por el artículo, Pablo. No puedo escribir mucho porque mis últimos desencuentros con la Inquisición me empujarían a llenar el texto de exabruptos y empañarían la elegancia de tu escrito. Pero creo que es necesario apuntar algo que no ha contemplado tu artículo: el doble rasero con el que juzga la Inquisición educativa, esto es, la vista gorda que hacen los muy malandrines con todo lo que ocurre en la concertada. Aquí, barra libre. En todos los aspectos. Con las monjitas y los monjitos se pasan la Ley, que a nosotros tan celosamente nos aplican, por el arco del triunfo. Y nadie dice nada. Ni mú.

    • Mariano
      25 enero 2011 a 16:37 #

      En esa doble vara que comentas, Antonio, la inspeccion no hace más que cumplir las consignas e instrucciones que le vienen de arriba,

    • 26 enero 2011 a 16:16 #

      Antonio, tú, viejo lobo gris, sabes muy bien que aquí en Madri y gobernando quien gobierna eso forma parte de un plan político perfectamente estudiado para conseguir el Gran Fin: que la eneseñanza se haga preferentemente privada (y huelga decir que LA CONCERTADA ES PRIVADA) y preferentemente religiosa y que la pública vaya quedando cada vez más residual, asistencial, caritativa y ñoña. Porque, como vemos muy bien los docentes, que somos menos estúpidos de lo que la inspección y el PP d Esperanza Aguirre creen, esa política que llevan los inspectores de convertir la pública en el coto del capricho de los padres está destinada a a destruir su rigor, su nivel de exigencia, su calidad y su prestigio, para que así, todo padre realmente preocupado por la educación de sus hijos la abandone. La secta y la inspección (si es que no son lo mismo) dadas de la manita al servicio del clasismo. Ahora, los que son para carcajearse de risa por ingenuos o para morirse de pena por traidores son los del PSOE de Andalucía, Castilla La Mancha o Extremadura, que van a conseguir exactamente lo mismo pero sintiéndose o haciéndose pasar por muy progres y de izquierdas.

      • Jesús San Martín
        26 enero 2011 a 18:01 #

        Cuando tal plan, perfectamente diseñado, llegue a su meta, no sólo será imposible romper el ciclo de la pobreza, sino que todos saldrán de allí adoctrinados, con la creencia de que ese es el método correcto y que los pobres lo son porque no quieren trabajar. Ese ciclo cerrado será la soga cerrada sobre el cuello de quienes no tienen recursos: traidores es quedarse corto en la apreciación.

        Esta mañana, cuando compraba el pan, una muchacha tras de mí, y de unos 20 años, me preguntaba que si tenía 5 céntimos. Primeramente se los he negado, porque estaba comprando 4 yogures de chocolate con nata, y he pensado que más valía que no malgastara el dinero. Después he reflexionado, y he llegado a la conclusión de que para esa muchacha, que por la vestimenta y apariencia, no tenía trabajo, ese yogur de chocolate era todo el placer que esta mierda de sociedad le podía ofrecer, y que yo, tampoco cosa, no se la iba a negar. Gracias a los politicastros, la secta y la inspección, me iré al banco a cambiar un billete por monedas de cinco céntimos para repartirlos en la cosa del supermercado. Y ya nuestros verdugos han conseguido que los ancianos se deslomen unos años más, mientras inflan de dinero las cajas de las que chupan como sanguijuelas.

        http://www.elconfidencial.com/en-exclusiva/2011/zapatero-rompe-pacto-toledo-pacta-retrasar-20110126-74072.html

  8. Borja Contreras
    25 enero 2011 a 17:14 #

    Comunidad valenciana, provincia de Alicante:
    José Luis Santiago, director del IES Las Norias de Monforte del Cid, sancionado porque en su Centro, en el contexto de las protestas contra la orden de impartir Epc en inglés, se colocó una foto del Ilustre Conseller de Educación cabeza abajo. Para contextualizar, os digo que en el museo de Játiva permanece un cuadro de Felipe V cabeza abajo como recuerdo de su ataque a la ciudad durante la Guerra de Sucesión. La sanción, iniciado el proceso por el inspector de su zona, fue propuesta por el inspector que instruyó el expediente y el afectado recurrió en los tribunales ordinarios. El señor Santiago ganó el recurso.
    José Ramón Navarro, profesor de Educación Física del IES Joanot Martorell de Elche, sacionado por falta grave tras discutir con el conserje por la falta de agua caliente. El implicado señala que el asunto es menor y está zanjado, pero que mantiene, junto con buena parte del claustro, un conflicto permanente con el director del instituto lo que a su juicio explica la inquina del proceso. La sanción, recurrida en los tribunales ordinarios, fue anulada. El director del centro pasó a ser asesor en la Dirección territorial de Alicante.
    En el momento actual la situación de inspección es aquí complicada. Se suceden las sentencias que declaran ilegales determinados procesos de oposición, los ceses masivos de inspectores que siguen a las sentencias…
    Los políticos han canibalizado la administración educativa y han convertido un puesto técnico en un cargo de libre designación. Lógicamente esto no puede funcionar bien. Quien debe su puesto a los jefes sólo aspira a mantenerlo procurando no darles disgustos. Este camino lo quieren seguir con las direcciones de los centros de enseñanza…De ahí el ROC andaluz.
    Aquí, por cierto, gobierna el PP.

  9. Francisco Javier
    25 enero 2011 a 17:37 #

    Los casos de arbitrariedad inquisitorial, como de los que nos informan Pablo y Merucu, no son nada excepcional. No es ni la primera, ni será la última vez que oímos casos similares. En el último centro en el que trabajé, un profesor de matemáticas pasó por un calvario similar, con el mismo resultado: una alumna a la que no se le daban bien los números y con una cara como un piano (ni se presentaba a los exámenes; los que hacía eran «0»), tuvo la desfachatez de reclamar (el qué, no se sabe), con resultado -tras la presiones y el contencioso inquisitorial del inspector de turno- favorable para la susodicha en base a su «madurez.» Otros casos parecidos me han sido referidos por compañeros. Todo esto tiene un nombre: «abuso de poder» y responde a una mentalidad, como muy bien dice Pablo, inquisitorial, autoritaria en grado superlativo. ¿Es en base a actos así -con el grave precedente legal que asientan- como vamos a lograr una educación «de calidad», de «ciudadanos responsables», de personas «maduras»? ¿No es todo esto una vergüenza?

    Me alegra mucho que Pablo haya vuelto a recordar la que ha sido una de las mayores ignominias de la política educativa en los últimos tiempos. Al profesor José Manuel Rabasco (y su familia) se le injurió, se le trató con toda injusticia, se atentó contra su salud y, ni muerto, se respeto su dignidad. Digo esto, porque el asunto, no quedó ahí y tuvo una siniestra coda (copio):

    ¿UN «ENCHUFADO» EN EL PUESTO DEL PROFESOR RABASCO?

    * A la que era delegada de Educación cuando se produjo el caso Rabasco, Carmen García Raya, y que actualmente desempeña su cargo como concejala del Ayuntamiento de Granada, le espera el próximo día 21 una vista en los juzgados de Granada relacionada precisamente con el profesor Rabasco.
    * La asociación de profesores APIA denunció que García Raya puso a su propio hijo como profesor en el instituto “Fray Luis” de Granada, en la misma plaza que el profesor Rabasco y de manera totalmente irregular.
    * El caso ya saltó a los medios hace más de un año cuando el PP de Granada pidió la dimisión de la concejala socialista por “haber enchufado a su hijo”. El vicepresidente ejecutivo del PP granadino, Antonio Ayllón, explicó que “el familiar de la socialista se presentó al concurso de dos plazas de Tecnología y Matemáticas en el centro, aunque su especialidad es Música, pero finalmente no superó el concurso, si bien meses después consiguió la plaza en Geografía e Historia”.
    * Por su parte, Carmen García Raya explicó que “la adjudicación de la plaza siguió un proceso normal acogiéndose al supuesto de plazas sobrevenidas como ocurre en cientos de casos, año tras año, para garantizar los derechos de los trabajadores de la enseñanza y el buen funcionamiento del sistema”. La portavoz socialista mostró su malestar por “la falta de respeto y la actitud carroñera del respresentante popular” y consideró “vergonzoso que el PP pretenda utilizar a mi hijo para atacarme políticamente”.
    * De hecho, un grupo de 25 directores de instituto de Granada arremetieron contra APIA y defendieron a la ex delegada de Educación en una carta en la que consideraban que “el procedimiento es ágil, eficaz y garante de los derechos de los docentes y que se pone en marcha en septiembre para resolver la adjudicación de nuevas vacantes que surgen en los centros”.
    * Desde el Ayuntamiento de Granada han asegurado a MAGISTERIO que “el asunto quedó zanjado hace más de un año después de una moción del PP, que retiró tras la comparecencia de García Raya”.

    FUENTE: http://www.magisnet.com/noticia/5904/INFORMACION/caso-rabasco:-profesor-andaluz-acosado-ideas-pedag%C3%B3gicas.html

    ¡Cuánta miseria moral!

    Me enhorabuena a Pablo por este artículo tan necesario, tan serio. Por cierto, muy buena la referencia al XVII: ¡nuestra educación progre es negra, oscura, temible! Un saludo, Pablo.

    • 27 enero 2011 a 16:08 #

      Interesante el enlace que incluyes sobre el caso Rabasco, Javier, por algunos datos que incluye. Yo ya lo conocía, pero, mientras elaboraba el artículo, no di con él y tampoco tenía demasiado tiempo para buscar. El asunto de si era o no limpio el proceso de sustitución de Rabasco med parece un tanto secundario, porque, como puede verse, su deriva acabó en una riña donde algunos de los contendientes eran muy poco de fiar. Es sin embargo de lo más significativa la presencia en el asunto de la ínclita Cándida Martínez, por la frialdad burocrática y despiadada de su actuación, que la retrata personalmente, y por ser quien es hoy en el PSOE, que retrata lo que los docentes y la educación podemos esperar de este partido. También es un dato interesante el «contraataque» llevado a cabo por esos 25 directores que cerraron filas en torno a García Raya: la intoxicación de intereses políticos es otro de los cánceres que han machacado a la enseñanza. Este cáncer ha afectado en gran medida al proceso de selección de inspectores y directores, pues sabido es que cuentan como méritos el tener el carné apropiado, el ser afín o el mostrar disposición al acatamiento. Sería un buen tema de reflexión este: cómo la administración ha conseguido hacer que los directores pongan los criterios burocrático-administrativos por delante de los didácticos a la hora de tomar decisisones. Los procedimeintos de selección, los complementos salariales, los cursos… han conseguido lo que la administración quería: que, en cada centro, el director sea «uno de los suyos». No sería del todo malo si no fuera porque, muy a menudo, lo que viene de los despachos no es gestión educativa, sino política de callejón. Termino con ese artículo que seleccionas: ¿qué te parece el comentario de esa alumna que se presenta como una de las implicadas en el caso Rabasco? Se presenta como una buena alumna, pero luego demuestra que anda flojita de ortografía y apenas sabe escribir. ¿Será realmente quien dice ser? Lo único que parece interesarle es defender a su amiguete el director y echar un poquito más de porquería sobre el difunto: abyección en estado puro, muy en la línea de todos los demás implicados contra Rabasco.

  10. Manu Corrales
    25 enero 2011 a 18:09 #

    Chapó.

  11. Maximiliano Bernabé Guerrero
    25 enero 2011 a 18:09 #

    En cuanto a lo que comentáis que tanto el procedimiento administrativo como el contencioso-administrativo (judicial) son callejones sin salida, es cierto. En los últimas semanas se me ha ocurrido algo que no he llegado a ponerlo en práctica porque no me ha dado tiempo. Es lo siguiente. Cuando se produzca una sanción causada por un expediente disciplinario, iniciado o impulsado éste por un informe de un inspector, en el que caso de que estimemos que este informe del señó inspectó está viciado por algún defecto grave, o es un cúmulo de apreciaciones subjetivas suyas, lo que hay que hacer es denunciar al inspector por prevaricación (creo recordar que es el artículo 404 del Código Penal). El procedimiento es muy simple: Sólo presentar un escrito de denuncia ante el juzgado de guardia, junto a las pruebas (documentales) que tengamos. La jurisdicción penal es bastante más ágil y rápida que la contencioso-administrativa. Y lo más importante, en el caso de ser condenado, el señó inspectó respondería con su patrimonio o podría ser inhabilitado. De las vías legales de defensa que tenemos, creo que ésta puede ser la más efectiva.

  12. Raus
    25 enero 2011 a 20:41 #

    Fundamental este artículo, valiente y agudo como su autor. Terrible el contenido.

    No es nada nuevo en la historia que el lobo se disfrace de cordero. En realidad, es la práctica más común de quien detenta el poder. La LOGSE y demás engendros legales (y otras no relacionadas con la educación) son extremadamente peligrosos por su carácter insidioso. Insidioso: “malicioso o dañino con apariencias inofensivas”.

    El buenismo, la corrección política, el igualitarismo, la permisividad, los cánticos a la libertad (apetitiva), etc., son los ropajes con que la demagogia, o algo peor, se viste de democracia. Y este es nuestro problema: que hemos de enfrentarnos a algo que tiene apariencia de inofensivo o de bueno. A lo insidioso.

    • Jesús SanMartín
      25 enero 2011 a 21:16 #

      Hola Raus. Estaba esperando tu intervención para darte esta información

      “una evidencia descriptiva internacional muy sugerente, que muestra unas correlaciones (negativas) muy robustas entre resultados en lectura y uso de videoconsolas.”

      http://www.fedeablogs.net/economia/?p=8560

      lee las respuestas que da el autor cuando le recriminan que lo mismo pasaría si dedicaran las horas a jugar al futbol

      A ver si los papis se bajan del guindo

      Un abrazo.

      • Raus
        26 enero 2011 a 9:23 #

        Muchas gracias, Jesús. Hay cosas que se caen de su peso, y ésta, la relación entre uso de videoconsolas y peor rendimiento académico, es una de ellas. El contenido del estudio y el enlace incluido en los comentarios de Antonio Cabrales asestan duros golpes a las sandias teorías de la secta:
        1. Un golpe contra el uso de las nuevas tecnologías. Éstas pueden ser muy contraproducentes. Fácilmente contraproducentes. Aunque el estudio se centra en el uso de las videoconsolas, no menos interesante sería comprobar cuánto tiempo roba al estudiante la navegación por páginas de Internet y, más en concreto, el acceso a las redes sociales, pornográficas, etc. Diría más: también el uso del móvil para mandarse mensajitos trufados de ilegibles pseudopalabras.

        2. Un golpe contra la manida idea de que los hijos de padres económicamente favorecidos sacan mejores notas que los de padres no tan favorecidos. Aunque el estudio habla de “hijos con padres con estudios universitarios”, es casi lo mismo, pues las personas con estudios superiores suelen tener trabajos cualificados bien remunerados.

        Estos resultados son contraintuitivos, especialmente el último. El uso de las videoconsolas (y redes sociales, etc.) es adictivo para muchos chavales por razones obvias. Cuando yo pregunté a críos de once y doce años sobre qué uso hacían de la viodeoconsola, todos me dijeron que, en especial el sábado, se pasaban horas y horas con ella. Uno afirmó que como 8 horas. ¿Quién puede estar 8 horas jugando al fútbol o al “pillao”? Si las videoconsolas pueden ser fácilmente adictivas es porque no exigen del usuario ningún esfuerzo físico. Un tragaperras, tampoco.

        Ese rendimiento menor de los chicos con padres universitarios debería, creo, llamar poderosamente la atención de padres y docentes. A mí no es un resultado que me sorprenda nada: vengo insistiendo en el hecho (para mí hecho) de que las memeces paidocéntricas han calado en todas las capas sociales de la ciudadanía y, especialmente, en las personas con cierto nivel cultural. Todos mis amigos son licenciados, con buenos recursos económicos, y todos ellos practican la permisividad y el paidocentrismo.

        Hay que reparar en que en las casas más pudientes (con progenitores licenciados):
        1. Hay más juguetes y aparatos que distraen al niño: juguetes, videoconsolas, ordenadores, móviles…
        2. Las prácticas permisivas son generales entre las familias, pero, si cabe, más entre los padres con estudios superiores.
        3. Si combinamos el mayor acceso a distracciones adictivas con prácticas paternas permisivas, es fácil adivinar el resultado.
        4. Son los padres con más estudios los que más ayudan a sus hijos a hacer los deberes: su preparación y nivel intelectual se lo permiten. Los niños ayudados sistemáticamente por sus padres van sacando notas aceptables porque los deberes, hechos en comandita, son evaluados y calificados por el maestro, pero esto no significa que los críos salgan más preparados: en el examen no está el padre. Hace unos días me contaba un amigo (licenciado en medicina) lo siguiente (lo parafraseo): “hay quien nos pregunta que por qué los padres de hoy no tenemos más hijos, que por qué sólo uno o dos. La respuesta es sencilla: con uno o con dos ya somos esclavos: hemos de jugar con ellos, prepararles actividades, llevarlos a karate, a inglés, a piano; hacerles los deberes… Estamos esclavizados con ellos”. Así es. Yo ya había hablado con él muchas veces de estas cosas a raíz de lo que observo en su casa. En efecto, sus niños, aunque espabilados e inteligentes (el mayor de 7 años): no saben jugar solos (sin sus padres), no saben dormirse solos, no saben hacer los deberes solos, etc. Sobre los deberes, añadió: “No se esfuerzan nada, no ponen ninguna atención. Siempre están solicitando la ayuda de su madre, y la consiguen.”

        En la casa pasa como en la escuela: el niño es el rey, objeto de todas las atenciones, lo que les impide crecer y hacerse autónomos. Se les allana el camino en todos lados. Hasta se les aprueban por su (supuesta) madurez.

        La fórmula del fracaso: distracciones adictivas + prácticas permisivas + prácticas constructivistas-paidocéntricas= fracaso escolar.

        Un abrazo.

      • Francisco Javier
        26 enero 2011 a 10:17 #

        Como siempre acertadísimos. Las «nuevas tecnologías» tienen un claro sentido adictivo, estimulan la dispersión total y hacen perder infinidad de tiempo. Naturalmente es estupendo poder aprender con un programa de matemáticas, pero para eso es necesario estar dispuesto a trabajar con la misma seriedad que siempre se ha requerido . Y pudiendo dedicarse uno a mandar mensajitos, chatear, ver vídeos graciosos o morbosos, etc., a ver quien en es el joven (o adulto) que se pone a hacer derivadas en el ordenador. Por otra parte, toda esa vida a la luz de la pantalla es tiempo que no se dedica a otro tipo de actividades, mucho más esenciales y educativas: jugar, estar en contacto con la naturaleza, cantar, bailar, relacionarse en el mundo real (no virtual),… Yo desde luego prefiero mil veces mis veranos eternos en el pueblo con el burro, los rebaños, las faenas del campo, el mundo rural, las gentes de campo, que la wi, la play y todos esos juguetes (que según algunos pedantes desarrollan no sé qué capacidades espaciales y especiales: mundo matrix.)

      • Jesús San Martín
        26 enero 2011 a 11:43 #

        Obviamente no conozco las circunstancias personales de los autores del blog, pero dada la gran cantidad que hay y teniendo en cuenta que mucho de nosotros somos mayorcitos, es evidente que nuestros padres pasaron la posguerra y no había recursos. Mi padre era obrero, y yo tengo carrera (en realidad dos, físicas y matemáticas) ¿de dónde sale esa tontería de que los hijos de los obreros no pueden progresar en la escuela de la que hablamos? Si es precisamente la que nos dio la oportunidad de salir del ciclo de la pobreza. Yo iba al colegio con fiebre, porque mi madre, salvo que estuviera malo de verdad, no consentía faltar a clase. Gracias a clavar los codos salí para adelante, porque si casi no había para comer no te digo para clases particulares y mis padres no se podían sentar conmigo, pero me daban algo mejor: “estudia, hijo que el saber no ocupa lugar”, y donde pisen ellos beso yo. Ya les he dicho, que en la próxima lectura de mi doctoranda que vayan a verlo, que es su fruto.
        Acabo de hablar con un maestro albañil, tiene el problema con dos de sus hijas, no han querido estudiar y no han aprendido un oficio, y me ha dicho que la culpa la tienen ellos, los padres, por ser tan protectores. Luego me ha comentado que las hijas han ido, por voluntad propia, a recoger las aceitunas de sus olivares, se lo he alabado, porque empiezan las hijas empiezan a darse cuenta de que el pan no viene solito a casa, hay que ganarlo.
        Esta mañana ha sido revisión de exámenes en la asignatura de primero, y he visto que querían empezar con las historias estilo instituto, otro que si era difícil; le he preguntado que qué deporte le gustaba, ¡fútbol! ¿cuántas patadas de te han dado y cuántas veces te has caído?¿cuántas horas has tenido que correr? ¡Venís engañados del instituto con la maní actual de que las cosas son fáciles! ¡Todo supone esfuerzo, como en el fútbol!
        Esta sandez y locura está condenando a la pobreza a quien puede salir de ella, y lo que es peor, ya han destrozado el instituto y van a por la universidad, entonces el fin.

        Francisco Javier yo jugaba con lo botes de cristal del arroyo, llenos de arena de colores, y nació mi pasión por la química, de ahí a la física. Podía crear el mundo entero mcon mi imaginación, el estudio duro no me quitó la creatividad, puesto que es mi principal actividad, quien lo quita es la videoconsola y no digo que no se juegue con ella. Por otro lado todos los autores defendemos la necesidad del trabajo duro, y sólo hay que ver como se escribe en el blog para saber que la capacidad creativa en la escritura no ha sido eliminada, y atendiendo al artículo de Luzroja

        http://deseducativos.com/2010/01/20/aprender-las-condiciones/

        es porque hemos repetido mucho

        Un abrazo a todos.

      • 26 enero 2011 a 16:48 #

        Del artículo que nos presentas puede deducirse, entre otras cosas, una elemental: que no hay guerra entre el mundo de la videoconsola y el del libro, sino que, simplemente y como es de sentido común, hay que poner cada cosa en su sitio: ¿quiere usted aprender, ampliar su conocimientos y mejorar sus capacidades intelectuales? Pues entonces, primero leer y luego lo demás, videoconsola incluida. He tenido muchos alumnos muy buenos en informática y bastante aficionados a los jueguecitos que, sin embargo, iban muy bien en sus estudios, ¿por qué? Porque ordenaban bien sus prioridades. El debate entre los ordenadores y los métodos tradicionales es falso; como simplwe insgtrumento que es, el ordenador es muy bien recibido y de hecho está ya muy bien integrado en la enseñanza. ¿De dónde viene el conflicto falso e interesado? Pues de los burotecnócratas ignorantes que, para ocultar su falta de ideas y el fracaso de su propuesta educativa, venden lo del ordenador en el aula COMO ÚNICO INSTRUMENTO como si fuese la panacea, pero cualquiera con dos dedos de frete sabe que un mero instrumento como es el ordenador no resuleve nuestros males, porque la raíz de estos tiene que ver con otras cosas. Insisto en lo de «como único instrumento», porque esta rigidez en lo referido a lo que al fin y al cabo son meros medios, es decir, algo secundario, revela que ni son demócratas ni tienen la menor idea de lo que es la enseñanza. Sí quiero decir una cosa: cualquier profesor metido en su oficio sabe que, muy al contrario del credo de los iluminados, los chicos que están absorbidos por la videoconsola y/o por el ordenador pagan un alto precio en su progreso educativo. Para quienes creáis en las bondades del libro, un divertimento que supongo que muchos conoceréis:

  13. José Miguel
    25 enero 2011 a 21:09 #

    No es de sorprender la realidad del «aprobado maduro». A la promoción automática, ha seguido el asunto de las «competencias». ¿Qué es esto más que aprobar por la cara administrativamente? Te lees lo que dicen los boletines sobre las «competencias», y no es más que lo que esos casos de «inspección» han anticipado. Ellos inspeccionan que los profesores aprueben indiscriminadamente. Nada más.

    • Francisco Javier
      26 enero 2011 a 20:58 #

      Tal vez lo de las competencias perfecciona eso que en la logse se denominaba cumplimiento de objetivos mínimos y que aún funciona entremezclado (con las competencias.). La ambigüedad de los procedimientos de evaluación (los criterios de calificación -decisivos a la hora de la verdad- siempre estaban envuleltos en un extraño silencio) ha sido y es una fuente de confusión, al dar lugar a la disparidad de criterios, la indeterminación o directamente la pura arbitrariedad. Como muy agudamente señalas, José Miguel, la intención era evidentemente establecer unos métodos de promoción lo suficientemente confusos para aprobar al máximo número de alumnos (aunque su nivel fuese muy deficitario) y hacer de la Secundaria una Primaria segunda parte. De hecho lo es y, como es de sobra conocido, los institutos de hoy en día (desde la logse) tienen un aire colegial clarísimo, son un colegio y nada más.

      • 27 enero 2011 a 15:08 #

        Los inspectores tienen consignas de reducir el número de suspensos. Eso supone restar autonomía a los profesores, menoscabar su profesionalidad y su libertad de cátedra. En el modelo actual el profesor de a pie es el terminal de las decisiones tomadas desde arriba, todas ellas en la misma dirección. Esa es la pobreza en la que nos movemos.

        Hace años había un estilo distinto en la inspección de primaria y en la de bachillerato. La primera era más opresiva y la segunda, más respetuosa. Esa diferencia ha pasado a la historia.

  14. 26 enero 2011 a 18:23 #

    Gosto do seu blog porque ele tem conteúdo original, é isso aí!

  15. 26 enero 2011 a 22:56 #

    Excelente artículo, Pablo. Desolador, pero necesario. Nos muestras con valentía el verdadero rostro de la inspección cuando tiene que tomar decisiones en situaciones conflictivas. Un colectivo beneficiado y agradecido que demuestra en todo momento su fidelidad y obediencia a quien les nombró.

    • 27 enero 2011 a 17:40 #

      A quien les nombró: a quien les echó de comer en el pesebre.

  16. 27 enero 2011 a 17:14 #

    Estupendo, Pablo. Hacía falta un análisis de este estilo sobre la inspección en este foro. Acertadísimo. La inspección es el vehículo de transmisión de la ideología del poder, la progre, la de la LOGSE-LOE. Y la inmensa mayoría proceden de la designación a dedo. En comunidades como la mía, Extremadura, esto se transforma en toda una dictadura. Porque un partido con mayoría absoluta desde hace más de veinte años ha conquistado la administración absolutamente a todos los niveles. Es una forma de totalitarismo…

  17. Abello
    9 febrero 2011 a 23:53 #

    Cada día más encantado
    con haberme jubilado.

    Lo siento, compañeros, pero ahí os quedáis con los ninis, los papas y -lo que es peor- con tota esa caterva de «inspectores» (que son los desertores de la tiza dispuestos a ver lo blanco negro por no volver al aula) y políticos ciegos -de todos los partidos- que son los responsables del caos sin salida en que se ha convertido la enseñanza.

  18. Lucía
    28 febrero 2011 a 16:55 #

    Cuando se esgrimen sobre los funcionarios en general o los profesores lugares comunes, anécdotas descontextualizadas, que si las vacaciones , que si sus privilegios…sabemos que es injusto, que el la ignorancia es osada.
    Cuando se generaliza, se extrapola, se habla sin conocer verdaderamente la profesionalidad de muchos funcionarios «docentes» inspectores de educación, no es distitinto.

    • Borja Contreras
      28 febrero 2011 a 18:33 #

      Lucía tienes razón, claro.
      Lo importante no es lo anecdótico, sino lo fundamental. No es si tal inspector esto o lo otro. El problema hoy está en lo que señala el autor del artículo: el papel que juega la inspeción educativa y el modo de acceso a esa función.
      Yo conozco a inspectores que hacen su trabajo muy dignamente. El papel que viene jugando la inspeción y la manera de acceder a dicho cuerpo en mi comunidad me parecen bastante lamentables.
      Sin juicios personales.

    • 28 febrero 2011 a 19:46 #

      No hay generalizaciones ni extrapolaciones aquí, Lucía, sino un breve ejemplario de actuaciones concretas en las que está envuelta la inspección educativa y su actuación deja muchos puntos oscuros en aspectos tan serios como la profesionalidad y la limpieza de criterio. No se descalifica a la inspección como cuerpo ni se pone en duda que haya en él buenos profesionales. Lisa y llanamente, presento una serie de casos REALES en los que la actuación de la inspección no ha sido acertada, eso, como mínimo, porque en alguno de esos asuntos hay algo más que desacierto, como cualquiera puede ver. Si a alguien le molesta que se cuente esa realidad, es cuestión de cada cual y cada cual tendrá que preguntarse por qué le molesta, pero presentarla no es un acto de generalización manipuladora ni de vileza, es simplemente el ejercicio del derecho y el deber ciudadano de la crítica a lo que no funciona. Parece que eso nos está negado a los docentes, lo que resulta más curioso aún cuando en nuestras manos está el hacer funcionar un sistema educativo que pretende formar alumnos con espíritu crítico. Le voy a hacer unas preguntas: ¿cree usted que las autoridades educativas admiten el espíritu crítico en los docentes o que tratan de sofocarlo? ¿Ve posible que docentes acríticos formen alumnos críticos? ¿Cree que los docentes tenemos derecho a expresar nuestras críticas? Y en cuanto a la inspección, le diré más: ni los hechos que yo presento son aislados ni el profesorado la tiene en una alta estima, lo que pasa es que hay mucho miedo, mucho descontento expresado a lo sumo entre sususrros, en los centros educativos cada vez es más la gente que prefiere callarse. ¿O acaso cree usted que no hay miedo? Yo le aseguro que lo hay, entre otras razones, porque a veces «pasan cosas» como las que cuento en mi artículo. Más preguntas sobre la inspección: ¿diría usted que son mentiras las cosas que cuento? ¿Cree usted que el papel que está hoy desempeñando este cuerpo no merece una sola crítica? ¿Es usted de las personas que piensan que el sistema educativo actual en España funciona bien y tiene buenos resultados? En caso afirmativo, léase algunos informes que corren por ahí; en caso negativo: ¿cree usted que la inspección tiene algo que ver en los males que nos aquejan? Deseducativos es una página abierta a todo el mundo, puede usted publicar un artículo respondiendo a estas preguntas.

  19. 28 febrero 2011 a 21:27 #

    La realidad es que el papel de la inspección es el que se le ha asignado desde que se pusieron en marcha las reformas educativas y la sustitución de una inspección más profesional por otra de «concursos» de adscripción temporal que luego se convirtieron en definitivos merced a un fraude de ley. Tenemos que remontarnos a la disposición adicional XV de la ley 30/84, a través de la cual la función inspectora pasó a formar parte del pesebre del poder. La LOPEGCE, de 1995, blindaba a los nuevos inspectores, que deberían haberse reincorporado a la docencia, integrándolos por decreto en un recién creado cuerpo de inspectores.

    Por tanto, sí podemos generalizar lo que es el papel de la inspección educativa como institución. Y la presión que recibe la mayoría de los inspectores para hacer su trabajo. Si hoy es una institución notablemente desacreditada, incluso prescindible, es por méritos propios. Es, posiblemente, uno de los ejemplos más sangrantes de cómo se han incumplido para su selección los principios constitucionales de mérito y capacidad, de cómo el abuso de poder y la discrecionalidad han llegado a las taifas autonómicas en las que el servicio de Inspección Técnica de Educación no es más que una prolongación del poder establecido. Y para ello hay que dar un perfil.

    Las anteriores afirmaciones se pueden ilustrar con tal cantidad de ejemplos que podemos decir que ahora mismo la inspección imprime carácter y en sus filas se forjan quienes asumen el papel que les toca. En general, no se trata de personas muy preocupadas por la enseñanza ni que tuvieran un gran aprecio por la profesión docente.

    Para terminar, por ahora, si alguna vez se quiere reformar el actual sistema educativo, con la actual plantilla de inspectores habría que plantearse algún tipo de reconversión, por razones que cualquier conocedor de los 17 sistemas educativos españoles (+ 1) conoce muy bien.

  20. pedro
    14 febrero 2012 a 20:48 #

    He leído tu escrito y tal vez te interesará saber que en Almería, en el Juzgado de Instrucción nº 4, están imputados todos los miembros de la Comisisión de Selección del IES San Isidro de Nijar, que suspendieron los proyectos de diirección de tres profesoras, y decidieron no publicar las puntuaciones individuales…

  21. 15 febrero 2012 a 0:33 #

    Gracias, Pedro. Buscaré a ver si encuentro más información sobre el asunto. En mi caso, sí se publicaron las puntuaciones, tal y como cuento en el artículo. Me imagino que esas compañeras, hasta llegar a conseguir la imputación, debieron de sostener una lucha dura y constante, así que son dignas de toda mi admiración.

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