DESEDUCATIVOS

Aunque la ocasión parecería propicia, las despedidas y los “hasta luego” están llenos de ellos, sobran en este escrito los agradecimientos. El laconismo se impone en nuestro estilo, por contraste con estos tiempos donde se carece de casi todo menos de retórica y palabrería.

 Suponemos que nuestros lectores habituales y aquéllos que simplemente se arriman ya se habrán dado cuenta de que esto está parado desde hace unos meses. Sí, siguen interviniendo unos pocos, unos por lealtad con el proyecto y otros por seguir dando por saco. Suponemos que todos se habrán apercibido de que esta etapa ha concluido. Incluso teniendo en cuenta que la mayor parte de nuestro público han sido profesores, colectivo en el que sin duda se pensó cuando se colocó aquello de “Bienaventurados los pobres de espíritu” en el Sermón de la Montaña, todos se habrán percatado. Así es, señoras y señores, esto ha terminado. No podemos decir que esta aventura se cierra con victoria. No hemos conseguido ni uno solo de nuestros objetivos. Tampoco nos retiramos con amargura; no, eso no, porque al menos se ha hablado, y mucho, de temas que hasta hace poco eran tabú.  Y ya puestos, ni siquiera nos retiramos, seguimos en nuestras brechas particulares. Nosotros somos de “infantería”; nadie nos nombrará nunca asesores, no conseguiremos ninguna canonjía a fuerza de atragantarnos con canapés ni lamer traseros; no nos juntamos con políticos, burócratas, sindicalistas y demás gente de mal vivir. Y si lo hemos hecho por necesidades del servicio, después nos hemos sacudido el polvo de las sandalias, como decía el otro. Pero lo importante es que ni hemos frenado la destrucción de la enseñanza española, ni hemos restituido los contenidos a nuestros centros de enseñanzas, antaño templos del saber y hoy áreas de servicio. Tampoco hemos eliminado la burocracia que ocupa el lugar de la verdadera enseñanza. Ni hemos impedido que algunos sinvergüenzas y malnacidos se ufanen de que en España se vaya hacia diecisiete sistemitas educativos. No. De hecho, el oficio docente hoy está más arrastrado que nunca. Ahora recogemos lo que pacientemente se ha sembrado a lo largo de años. Y creemos que en esto estaremos todos de acuerdo, desde los “Deseducativos” hasta los defensores del “logse-loesianismo”, desde los espinazos doblados de la mamandurria hasta tanto ursulino recoleto y ursulina recoleta como pulula por ahí. Sí, nos referimos a ésos que han trocado, casi sin solución de continuidad, la guitarra parroquial del “Viva la gente” por el pañuelo palestino, el kit de perroflauta chic y la camiseta verde. El Partido Socialista ha acabado con la enseñanza pública española en nombre de la igualdad, y el Partido Popular la va a apuntillar en nombre de la libertad, de las deudas contraídas con el Sindicato de la Sotana (que diría José Penalva) y de su afán por lamer las botas a nuestros señoritos franceses y alemanes. Ahora los primeros se rasgan sus “verdes” vestiduras y organizan manifestaciones junto a sus corifeos sindicalistas y memo-asamblearios para protestar contra el corolario de tantos años de desmontaje sistemático. ¿Qué esperaban? Y mientras, los nacionalistas, a sacar tajada y a montarse un estadito de la Señorita Pepis en sus taifas.

 ¿Por qué nos despedimos, pues, si no se ha logrado casi nada? Porque la etapa de hablar, discutir, explicar ha acabado. De hecho, ya en los últimos tiempos de “Deseducativos” esto se estaba pareciendo a una estéril tertulia de café, virtual eso sí. Y como aquellos señoritos y petimetres intoxicados de café y humo nos dedicábamos a hacer alardes de elocuencia, a soportar saboteadores dialécticos y, en suma, a crear una realidad paralela en la que cómodamente arreglar el mundo cada tarde. Y el camino que hemos asumido es todo menos cómodo. Eso ha acabado. Todo se ha explicado muy bien. La estulticia de la secta pedagógica, el enanismo moral e intelectual de nuestros politiquillos y la cobardía de los profesores han sido diseccionadas, razonadas, rebatidas… hasta la saciedad. Ahora vienen otros tiempos, tocan otras tareas, mucho menos cómodas, ya decimos. No es que nos resignemos, eso nunca, a contar con un sistema educativo de derribo, fábrica de analfabetos y parados eternos. Este sistemita educativo, y quizá en explicar esto sí que hemos fallado, no es un mundo, sino una parte más de un sistema más grande que se está colapsando, que se va a pudrir. Pero solamente una parte más, junto con nuestra  penosa administración de justicia, nuestras inútiles instituciones políticas, nuestra suicida organización territorial. Una parte más y no un mundo, como nos creíamos nosotros, pobrecitos profesores adictos a la onfaloscopia. Y cuando algo se derrumba, las cosas cambian mucho, la educación también. A la fuerza ahorcan. Todavía estamos mirando las grietas que aparecen en la pared, desde los urdangarines hasta el concejal chorizo de nuestro pueblo. Nosotros, bien o mal, hicimos, si no todo lo que pudimos, algo. “Deseducativos” ha sido la última oportunidad de reconducir nuestro moribundo sistema educativo, lo decimos sin jactancia. Hubo una magnífica oportunidad en la Primavera de 2010 para iniciar una esperanza. ¿Se acuerdan de nuestro manifiesto? Ahora, lo que vendrá ya no va a ser por cauces tan civilizados ni suaves. Muchos no nos hicieron ni caso, otros nos dieron alguna palmadita en la espalda pero siguieron mirando para otro lado. Y esos mismos, en los últimos meses, hasta nos han dicho entre sonrisas caramelonas que algunas veces nos habíamos pasado, que nos deslizábamos por una pendiente “rancia”, que incurríamos en el “perezrevertismo”. Como si leer la columna de Pérez Reverte cada Lunes por la mañana no fuera ya un ejercicio casi onanista de rebeldía domada. Y el circo que vendrá será sin domadores ni red.

 Y eso es todo, amigos. “Au revoir mais non adieu”. Al que le hayan gustado estas líneas, si se atreve, que lo imprima y lo ponga en su sala de profesores. Si no se atreve, que lo guarde en un cajón. Y al que no le guste, que lo imprima también y lo guarde para cuando Alemania nos ordene prescindir del papel higiénico. Pero unos y otros, que seguro dirán que de apocalípticos está el mundo lleno, que nos hagan un favor: que vuelvan a sacar las hojas guardadas dentro de, digamos, dos años. Verán, verán. Y bueno, algunos de nosotros, unos pocos, seguro que volvemos a cabalgar juntos. Sólo que en plan “Grupo Salvaje” y no como “La Casa de la Pradera”, tal como estábamos acostumbrados.

Maximiliano Bernabé Guerrero.