CC.OO. de ayer y hoy


Mariano

 

La muerte de Marcelino Camacho ha llevado de nuevo a las portadas a Comisiones Obreras, esta vez para retrotraernos a una visión histórica, casi nostálgica. Surgida en la lucha contra la dictadura, la central sindical inicialmente de inspiración comunista se ganó entre los españoles un merecido prestigio por el sacrificio, el valor y la coherencia de sus líderes, quienes de forma altruista pagaron un alto precio por el compromiso en el que creían y por una acción arriesgada y meritoria, que contribuyó, sin duda, a debilitar la legitimación del poder constituido y, por tanto, al advenimiento de las libertades democráticas.

Camacho era sustancialmente un hombre honrado, que ejercía como representante de los trabajadores, creía en la necesidad de actuar para lograr derechos, reivindicaciones, mejoras y avances en las condiciones laborales de los menos favorecidos de la sociedad. Su horizonte ideológico estaba equivocado, como ha demostrado el tiempo, pues era el paradigma marxista-leninista, cuyos resultados de miseria y opresión lo han convertido en la historia en una de las utopías reaccionarias de consecuencias más dramáticas para las poblaciones que han tenido que sufrir a esos “salvadores”. Pero su concepción del sindicalismo era de una limpieza y una coherencia envidiables. Una forma de entender el compromiso político que no concuerda con lo que luego ha sido la profesionalización de la vida pública para una buena parte de las promociones que le han sucedido.

Se ha subrayado estos días, con la habitual moda española de alcanzar el elogio unánime en las notas necrológicas, la altura de miras de Marcelino Camacho durante la transición, en la que un represaliado del régimen impuesto por los vencedores de la guerra civil tuvo la grandeza y la generosidad de contribuir al consenso democrático sin pedir un ajuste de cuentas a los que lo habían tratado de forma tan cruel e injusta por defender derechos elementales. Se ha resaltado asimismo, con razón, que activistas como Camacho contribuyeron al reconocimiento, consagrado en la Constitución, del sindicalismo libre frente al verticalismo franquista en los inicios de la democracia.

Pero muchos de los que en estas jornadas de luto y condolencia ocupan el protagonismo público como hagiógrafos de Marcelino Camacho, lo cierto es que lo jubilaron anticipadamente, lo retiraron del protagonismo político y sindical y heredaron el prestigio de las siglas CCOO para construir una empresa que se ha ido alejando paulatinamente de ideales heroicos, o simplemente, de ser representante de los trabajadores en el sistema democrático. De la épica lucha de los encarcelados del proceso 1001, fotografiados de tapadillo en los corredores de la cárcel de Carabanchel, se ha pasado a otros géneros. Si no a la picaresca, sí al menos a la novela realista.

CCOO, como otras entidades que se han transmutado, se ha convertido en una influyente burocracia. Financiada directa e indirectamente con fondos públicos, gestionada de forma antidemocrática, la central sindical que ha vivido de las rentas de la aureola heroica e izquierdosa, forma parte ya del “establishment”, tiene cuota para sus más privilegiados cuadros en bancos y cajas públicas, en las más diversas instituciones oficiales. En la práctica es una estructura que funciona como un grupo de presión movido por los intereses de sus propios dirigentes. Como mucho, de vez en cuando tiene que hacer algo para satisfacer a su clientela. Pero nada lo puede definir hoy en día como un sindicato de clase. Los parados, los más débiles, apenas han tenido en los sindicatos burocratizados la más mínima acción de defensa o de reivindicación.

La comparación de las no muy nítidas instantáneas en blanco y negro de los sindicalistas encarcelados en Carabanchel bajo la dictadura con la imagen de un orondo exsecretario general de CCOO de la capital del reino en el Consejo de Administración de CajaMadrid en el que percibe un sueldo multimillonario es la expresión gráfica más rotunda y sintética de la metamorfosis sufrida por el sindicato fundado por Camacho y otros.

Una de las perversiones del sistema democrático, cuya transición fue modélica si miramos la historia trágica de confrontaciones cainitas típicamente españolas y no tanto si comprobamos lo que se han ido corrompiendo las instituciones, ha sido la esclerotización de una clase sindical, los liberados perpetuos, que han llegado a ser, por desgracia, una casta burocrática que nada tiene que ver con su teórica función de representación de los trabajadores. CCOO, cuyo pecado original fue nacer infiltrada en el sindicato vertical franquista del que en cierta manera se contagió, es hoy ante todo una estructura de poder. Se deshizo en su momento de una dependencia histórica y sentimental con el PCE (al que está ligada sólo una minoría del sindicato) cuando comprobó a la primera de cambio, en junio de 1977, que los delirios y las ficciones de las charlas de café revolucionarias de los setenta nada tenían que ver con un futuro en el que muchos de sus cuadros ya ansiaban protagonismo y seguramente trincar. Se acercó al PSOE, donde milita una parte no desdeñable de sus cuadros sindicales, mantuvo un sorprendente idilio con Javier Arenas, ministro de Trabajo del PP, quien entendió que el franquismo sociológico a lo Solís Ruiz son sonrisas, subvenciones y tener a los gerifaltes de las organizaciones de los trabajadores bien untados para que haya paz social. Y en su pragmatismo, está dispuesto a aliarse con el mejor postor. Como ejemplo, en su vertiente de empresa inmobiliaria, mantiene una asociación de intereses con La Caixa, que no siempre es la entidad bancaria que mejores condiciones ofrece a los socios, ya clientes de la empresa sindical, no representados.

Hace ya muchos años que CCOO ha sido un sindicato especialmente nefasto en el área de la educación, un sector en el que la izquierda siempre ha presumido de tener una especial sensibilidad y respecto del cual generó unas inmensas expectativas. El protagonismo de CCOO en el alumbramiento de la LOGSE y su empecinamiento en considerar intocables todas las leyes y medidas de sus derivaciones, como la también infumable LOE, autoproclamadas pomposamente como progresistas, es un exponente de la decadencia moral de un sindicato que hoy debería formar parte del tejido regenerable de las estructuras socio-políticas españolas.

Estos días vemos a los antiguos dirigentes de CCOO de la enseñanza, los que perpetraron, en compañía de otros, la barbarie educativa, en primera fila del homenaje necrológico al fundador de su sindicato. Tras veinte años de puesta en funcionamiento, las leyes educativas que se han hecho en nombre de valores y conceptos presuntamente izquierdistas, sólo han contribuido a la dualización del sistema escolar, a la postergación de la enseñanza pública en beneficio de la privada. A la degradación académica, moral y laboral de la educación en España. Al empeoramiento hasta límites insoportables de las condiciones de trabajo de los profesores, especialmente en los niveles de enseñanza más afectados por las disparatadas reformas educativas.

Y CCOO es de las organizaciones que con más ahínco se opone a que se cambie ni una coma en un sistema de enseñanza que es, sencillamente, un desastre sin paliativos. El sindicato “de clase” por excelencia es el corazón del manifiesto NO ES VERDAD, con el que quieren que todos vivamos en la misma ficción de la que ellos desean hacer partícipes al común de los mortales. Instalados ya en la mentira oficial o en el fanatismo ciego (algo tenía que quedar de la ideología inicial, el estalinismo), niegan que la educación haya sido el gran fiasco de la izquierda en España, cuando sin duda ha sido el mayor de todos con diferencia. Con una enseñanza primaria que ha bajado los mínimos hasta niveles lamentables. La secundaria es el gran fracaso de la pedagogía oficial, de la que CCOO es como la Joven Guardia Roja de otros tiempos sigue siendo hoy su gran bastión frente a los “reaccionarios” (otra reliquia dialéctica de la ideología de antaño), el bachillerato no es tal bachillerato. Y sin él no es viable una universidad que ya empieza a notar de forma muy seria los estragos del caos del sistema.

Pero si desde un punto de vista académico, la educación que defiende el núcleo duro de lo que es hoy un lobby nada romántico y sí muy siniestro, mero heredero nominal de unas siglas que perdieron su pedigrí el día en que sus usufructuarios decidieron crear un grupo de poder, es un fracaso sin paliativos, desde un punto de vista social, lo que hace CCOO con la educación tiene especial delito. En los últimos años en España han descendido las oportunidades para los alumnos de origen humilde que tienen que acudir a la enseñanza pública, pues compiten en peores condiciones que antes de las reformas educativas y tienen menos posibilidades de progreso académico que con un modelo educativo selectivo. Pese a que la enseñanza sea nominalmente inclusiva y no segregadora, lo cierto es que hay un porcentaje demasiado amplio de estudiantes a los que el sistema no les permite ni hacer una formación profesional que les daría una oportunidad laboral ni cursar unas enseñanzas acordes con sus necesidades. El sistema alumbrado, entre otros, por CCOO, genera más segregación y más fracaso. Seguir defendiéndolo desde las posiciones teórica o presuntamente izquierdistas es simplemente impresentable. Y los actuales burócratas de CCOO no van a aceptar su responsabilidad en los graves errores cometidos, pues fueron muchos de ellos los que pusieron en marcha el juguete diabólico educativo que tanto daño ha hecho. Y tendrían que dar paso a otros dirigentes, a otras estructuras. No lo van a hacer. Viven de eso. Son profesionales.

CCOO es hoy una empresa, una empresa subvencionada, que, como tantas cosas, pagamos todos los contribuyentes. Una sutil forma de cuota sindical obligatoria, como la que había en tiempos del caudillo. CCOO es una empresa que se debe a los intereses de sus directivos, concibe a sus teóricos representados como clientes, ha perdido los perfiles ideológicos quizá arcaicos para adaptarse a unos tiempos más amorales y posmodernos y es un eslabón más de un sistema político que sólo en lo nominal es democrático y deja graves vacíos de representación para que los ciudadanos defiendan sus derechos, intereses y aspiraciones. De vez en cuando los burócratas, con la ayuda de algún nostálgico y la colaboración obligada de los que están en nómina, sacan los sacrosantos y míticos símbolos del pasado a pasear, igual que pueden hacer muchos ateos que van a las procesiones de Semana Santa o ponen el árbol de Navidad cuando llegan esas entrañables y tradicionales fiestas.

A los 92 años y tras una vida intensa,  Marcelino Camacho ha fallecido, gozando a título póstumo de un reconocimiento generalizado y sin duda merecido. Ahora bien, es una obviedad que lo que representó en su día su trabajo y su compromiso en antiguas y legendarias batallas ya había muerto hace muchos años.

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Categorías: Diagnósticos

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21 comentarios en “CC.OO. de ayer y hoy”

  1. Maximiliano Bernabé Guerrero
    3 noviembre 2010 a 18:09 #

    Mariano, una semblanza histórica excelente. Es un asunto que conozco medianamente y estoy de acuerdo en casi todo lo que dices. Ya que hablas de novela realista, yo creo que la más adecuada sería «Bel Ami» de Maupassant. El otro día hasta se me revolvió el estómago viendo a los que postergaron a Camacho, y casi le echaron de CCOO, recibiendo parabienes y poniendo caras de cordero degollado. CCOO echó un pulso al gobierno del PSOE en 1985 y en 1988, en esta última fecha acompañada de UGT, y aquéllos que iban a dejar a España que no la iba a conocer ni la madre que la parió (de hecho ya están a punto de conseguirlo) no se lo perdonaron. A Nicolás Redondo y los suyos los laminaron utilizando el chanchullo de la cooperativa PSV, y en CCOO, Camacho cayó en una conjura de «aparatchiki» en su soviet supremo, que había sido permeado por los Gutiérrez y compañía, caballos de Troya del PSOE. Y ahora tenemos a estos pintas que no harán una sola manifestación-consecuencia de la huelguilla del 29 S hasta después de las elecciones catalanas, porque ZP les necesita. Como Ruppert.

  2. 3 noviembre 2010 a 18:42 #

    Después de 14 años en CCOO, la política del señor Gutiérrez no tardó en echarme de un sindicato que empezó con este secretario general a imponer el diálogo y el pacto como método constante. No tengo nada contra el diálogo y el pacto, pero sucede que, con Gutiérrez y Fidalgo, han sido el eufemismo bajo el que se han ocultado la domesticación, el amarillismo, el verticalismo y la transformac ión de los sindicatos en aparatos burocráticos destinados sola y exclusivamente a su propio medro y en comparsas de las políticas de los sucesivos gobiernos, a cambio de contrapartidas como los cursos, los liberados, la participación en los consejos de cajas de ahorro, el ascenso a la élite política de sus líderes más destacados, etc. Un dato curioso: cuando me fui de CCOO en 1992, les eché en cara dos cosas: su pasividad para defender mis intereses y el que, en seis años (prácticamente, los primeros de Gutiérrez), me hubieran subido la cuota en un 60%. Hoy en día, al menos en enseñanza, la cuota de CCOO sigue siendo una de las más altas de entre los sindicatos. Y todo esto, sin hablar del abandono a los funcionarios en general y del perjuicio a los profesores de la enseñanza pública en particular, con su defensa a ultranza del sistema logsiano, los pactos que favorecían la extensión de la concertada o la periódica convocatoria de huelguecillas-farsa de dos días que lo único que conseguían era que se les descontase haberes a quienes las secundaban. Así se explica el desprestigio que sufre actualmente entre los profesores.

  3. 3 noviembre 2010 a 19:27 #

    No encuentro diferencias notables, al menos en educación, entre los diferentes sindicatos. ¿Hay alguno que realmente crea en lo que hace o haga lo que cree? Basta leer sus estatutos para comprobar que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
    Los sindicatos, como los partidos políticos e iglesias varias, deberían financiarse con las cuotas de sus fieles; es el único modo de que volvieran a aquellos tiempos en que se les podía llamar sindicatos. Ahora son otra cosa; como mucho, gestores de papeles varios. Y poco más. Eso por no citar a los compañeros liberados que, en el colmo de la paradoja, defienden lo contrario de lo que piensan. Bueno, dicen que lo defienden, que tampoco. Es que estar en casita, con horario moldeable y huyendo de una escuela que poco les debe atraer, es trabajar a la carta.

    • Ania
      3 noviembre 2010 a 20:34 #

      Es verdad que no existen grandes diferencias entre los sindicatos de hoy en día pero los CCOOs SON PARTICULARMENTE SINIESTROS .

      • Ania
        3 noviembre 2010 a 20:44 #

        SINIESTROS Y SECTARIOS quería decir.

        He podido constatar la transformación de alguna compañera bastante dulce y redondita en un perfecto basilisco matón abducido por la secta.

  4. Ania
    3 noviembre 2010 a 20:28 #

    Brillante análisis Mariano. L o del » LOBBY NADA ROMÁNTICO Y SÍ MUY SINIESTRO» los define a la perfección. Veo que en el resto de España algunos tenéis una percepción de ellos similar a la mía aquí.

    Los cocos para que se planteen defenderte mínimamente en serio tiene el alumno que haberse meado en una papelera en medio de clase o haberte arreado directamente en la crisma. Son indecentes

    • 3 noviembre 2010 a 23:42 #

      Y a veces, ni eso. He conocido y he sufrido historias en las que equipos directivos de CCOO, guiados por su paidocentrismo y su concepto buen-rollito-amiguete-redentor de la enseñanza, se han puesto del lado de auténticos cavernícolas; he conocido equipos que, empecinados en el aprobado regalado y en una discutible creencia de que a los niños no se les puede expulsar y apenas sancionar porque eso es antipedagógico, han convertido algún centro en un auténtico infierno de ignorancia, humillación al profesor y triunfo del gamberrismo. Lo que he dicho antes de que CCOO se obstina en defender a ultranza la LOGSE (lo peor de la LOGSE) lo he dicho con mucho conocimiento de causa. Los burócratas, los fundamentalistas del pedagogismo y los aprovechados de todo tipo que, a partir de los años 90, se adueñaron de este sindicato le han hecho mucho daño a él y a la enseñanza. Antes no era así; antes en CCOO dominaban unas personas más auténticas y honestas, gente que no se guiaba por intereses inconfesables.

      • Ania
        5 noviembre 2010 a 18:54 #

        Es verdad que «antes no eran así»

      • 5 noviembre 2010 a 19:31 #

        Ania, la Edad Dorada es una filfa casi tan grande como el Paraíso Terrenal, pero yo he conocido cara a cara a la gente que movió CCOO de la enseñanza hasta la huelga del 88 y de entrada puedo decirte que, como mínimo, se lo curraban por la tarde, porque no existín las liberaciones ni los cursos. Y se movían por los centros, donde eran bien recibidos. Y te trataban de tú a tú, no podía ni de lejos ocurrir lo que he visto ahora en más de una ocasión: un supuesto representante sindical gritándole a un compañero o compañera porque no le gustaba lo que le había preguntado. Conocí a uno (es amigo mío) que incluso fue desterrado en la época de Franco (¡a Ávila!, cosas de aquel régimen). Me ratifico en lo dicho: eran gente más auténtica. Desde luego, empezaban por no ser tan afines al poder como ahora.

  5. Francisco Javier
    3 noviembre 2010 a 20:52 #

    Estimado Mariano,

    una análisis tan certero como demoledor. Suscribo punto por punto todo lo que dices, ¡y qué bien lo dices! Lo de los sueldazos de los liberados en las Cajas bancarias es una vergüenza indecente. El olvido total de los parados, que son tan trabajadores como los que sí perciben un salario, a mi siempre me ha parecido muy lamentable: son INSOLIDARIOS. De la educación, ni hablar. Escritos así deberían hacerles reflexionar seriamente y recuperar el sentido que hace ya mucho tiempo perdieron. Prbablemente dirán que los tiempos han cambiado…. ¡Pandilla de mediocres y vendidos!

    Un saludo.

  6. RM
    3 noviembre 2010 a 21:39 #

    El artículo de Mariano me parece muy bueno.La puntualización de Pablo Lòpez Gómez tambien muy buena.

    Es verdad que casi todos los sindicatos son iguales,pero algunos(CCOO)son «más iguales» que otros.

    Por cierto, en Andalucía ha surgido un sindicato que tiene dos novedades en sus estatutos;

    1)No acepta subvenciones públicas,sino sólo aportaciones de sus afiliados.

    2)No acepta liberados a tiempo total,que abandonen totalmente el aula,sino parcialmente liberados para que no abandonen el contacto con las aulas.

  7. RM
    3 noviembre 2010 a 21:42 #

    El nuevo sindicato es de Secundaria y se llama Piensa-Volens.

    Y tiene vocación de no ceñirse a Andalucía,ni sólo a Secundaria,sino también a Primaria y Universidad.

    Tiene su web y su foro.

    Yo no pertenezco a él,pero me parece interesante.

  8. Mari Cruz Gallego
    3 noviembre 2010 a 21:44 #

    Un artículo brillante.

  9. Jesús San Martín
    3 noviembre 2010 a 22:11 #

    Una pieza maestra. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los afiliados que lo son con el ánimo de ayudar, no lo ven.

  10. 3 noviembre 2010 a 22:30 #

    Mis felicitaciones por el artículo, magníficamente relatado. Se nota que conoces el paño.

  11. Aquel
    3 noviembre 2010 a 22:33 #

    Tuve el honor de conocer a Marcelino , además de en reuniones y en actos públicos, con ocasión de cierto trato personal que facilitó en dos ocasiones un antiguo compañero que tenía con Josefina , mujer de Marcelino, algún parentesco.
    Recuerdo que en una conversación en su piso tercero de un bloque del barrio de Carabanchel , donde vivió hasta el final, relató lo que fué para mí el modelo de sindicalista en aquellos ya lejanos setenta y que él representó durante toda su vida: Cuando eres el primero en ponerte al tajo, no pierdes el tiempo, no desperdicias material; tu máquina limpia y a punto, de las últimas que paran, ayudas y aconsejas si te lo piden, acabas por ganarte el respeto de los compañeros como trabajador. A partir de ahí , puedes hablar de organización, de derechos y de todo lo demás. Si no eres respetado como trabajador , poco puedes hacer como sindicalista.
    Evidentemente, esta idea ha sido totalmente borrada de la práctica actual de los sindicatos. Su testimonio vital de honradez y austeridad, burlado por las nomenclaturas actuales y adláteres.
    En la enseñanza, la toma del sindicalismo por oportunistas de toda laya, ha llevado a que los sindicatos sean, por acción » y» omisión, responsables en grado sumo del estado actual de la misma.
    Y aunque su parte tiene en ello, no es a CCOO , creo yo, a quien hay que endosarle la mayor del «debe.»
    ¿Qué decir de los sindicatos «nacionales», de país ETC.? Y todo ella sin olvidarnos de que el carajal autonómico y de competencias mal asumidas , haya llevado al sistema educativo a la dispersión, el politiqueo, el caciquismo y desastre actuales.
    Tampoco el Ministerio ha sido capaz de marcar unas líneas rojas. Al contrario, ha fomentado el desastre y cada movimiento que hace , desde largo tiempo atrás , es el propio de un pirómano para el sistema público de enseñanza, que debía proteger y salvaguardar como propio. Claro, conociendo el paño que se viste en aquél, es como pedir peras al olmo.
    En fin, en memoria de Marcelino y con cierta pena de lo que queda de un sueño.

  12. Ana Belén
    4 noviembre 2010 a 10:52 #

    Un gran artículo y realmente interesante para los que no sabemos mucho de la historia del sindicalismo en España. Con respecto a la actuación de todos los sindicatos cuando la LOGSE se hizo una realidad, ¿ocurrió entonces que todos se vendieron? y a día de hoy, veinte años después y sin que se pueda ocultar el desastre de ninguna manera, ¿no sienten ningún tipo de remordimiento por el daño que han hecho a tantos jóvenes, (y van a seguir haciendo) procedentes de familias humildes negándoles toda posibilidad de competir con una buena formación académica? ¿qué defienden entonces? Un saludo

  13. Raus
    4 noviembre 2010 a 11:50 #

    Un soberbio análisis necrológico de CC.OO. No sólo ha fallecido Marcelino Camacho: ha muerto su obra a manos de intereses espurios. Sus representantes, asimilados por su inexpugnable enemigo, ensayan un guión falsario cargado de victimismo que sólo puede contentar a quienes, impostores, fingen estar tullidos. Es, por lo demás, la historia pervertida de una izquierda que necesita mucho dinero para combatir el capitalismo. Gracias, Mariano.

  14. 4 noviembre 2010 a 16:41 #

    Muchas gracias por los comentarios. Algunos, como Pablo, saben más de CCOO que yo y podrían hablar con más conocimiento de causa de los efectos negativos de la profesionalización del papel de «representante» del personal.

    Pese a lo que diga tan amablemente Francisco Javier, veo al releer mi artículo algunas erratas y discordancias, fruto de la prisa y de no imprimir el texto y revisarlo con detalle. Son los efectos secundarios no deseados de Internet.

    La relación de CCOO de Educación con la LOGSE no fue exactamente de venta. Es que formaron parte de quienes promovieron y reivindicaron las reformas educativas que llevamos años sufriendo.

    Este hecho no obsta para que a todos los gobiernos les han interesado los sindicatos que ahora tenemos, hasta que quizá algún día decidan deshacerse de ellos. Pero en el área educativa han sido los «sindicatos de clase» los máximos promotores de unas políticas educativas que sus cuadros dirigentes no han tenido ni tendrán que sufrir, porque el sindicalismo profesional ha sido una vía para dejar la tiza (e incluso la pizarra digital, la enseñanza 2.0. o cualquier innovación milagrosa).

    • 4 noviembre 2010 a 16:43 #

      Fe de errores: donde dice «han interesado» debe decir «hayan interesado».

  15. 4 noviembre 2010 a 20:40 #

    Un noble homenaje para un hombre, sobre todo, honesto. Rara avis. Gracias por el artículo, Mariano.

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