El libro del profesor

Que la educación es un negocio es un hecho tan cierto como indiscutible. Negocio para la política (como forma de control social); negocio para las empresas tecnológicas (fomento de las TICs)…y negocio para el mundo editorial. Hoy día, un profesor no necesita (si no quiere) preparar ninguna de sus clases, ni siquiera se necesitaría (exagerando un poco) tener una licenciatura y ser experto en una determinada materia, pues el mundo editorial tiene la solución para hacernos la vida más fácil: libros de texto, libros de ejercicios, libro del profesor, CDs con material de ampliación…Todo un mundo de recursos para el docente que, si bien es cierto que nos facilitan la tarea en muchas ocasiones, también lo es que permiten que se perpetúe el modelo educativo y además, en asignaturas como la Lengua y Literatura, se forren con la desidia (o ignorancia) de parte del profesorado.

El primer punto es el hecho vergonzoso de que ciertos docentes necesiten del libro del profesor hasta el punto de no poder pasar sin él. Lo que trae a colación la duda de la formación que dichos docentes han recibido en las aulas universitarias. Pero como, desde el ámbito pedagógico, se insiste en que al licenciarse, uno debe olvidar todo lo aprendido y “aprender a aprender” la nueva tarea en que consiste ser profesor, pues entonces entiendo la necesidad de dicho libro.

El segundo punto es el negocio que se forma entre los departamentos (especialmente el de Lengua y Literatura) y las empresas editoriales. Es habitual que la misma editorial que proporciona el libro de texto, proporcione además una serie de libros de lectura “juveniles” que al final acaban siendo, en muchos casos, las lecturas obligatorias de los alumnos. Porque, por si fuera poco, en demasiadas ocasiones, un departamento sólo puede conseguir ciertos recursos (de esos que la Consejería y el Ministerio llama TICs y que considera indispensables y fomenta en todos sus planes de estudio) a través de regalos de la susodicha editorial; para ello, por supuesto, el pedido tiene que incluir una gran cantidad de sus productos. Encima, nos encontramos con un profesorado que se ha olvidado de lo aprendido en la Universidad y que, además, ahora es funcionario y se aborrega hasta tal punto que no tiene ni ganas de calentarse la cabeza en qué lecturas va a mandar este año a los terribles 2º de la ESO. Y de esta manera, nos encontramos a la profesora de literatura leyendo en la sala de profesores un libro que se titula Comeré bollycaos por ti porque resulta que es el que le recomendó la editorial para sus alumnos a principios de curso y ahora tiene que ponerles el examen.

El tercer punto de toda esta maraña del negocio editorial ataca, como era de esperar, a los propios alumnos: tienen a una profesora que se ha olvidado de lo aprendido durante la carrera, que se ha vuelto una funcionaria aborregada que no necesita buscar textos para sus clases porque ya le dan el material preparado (además, si se ha olvidado, sería difícil y cansado tener que volver a recordarlo) entonces, al alumno, esperanzado, le queda su propio libro de texto. Quizás en él pueda encontrar algún fragmento que le acerque a esa palabra tan rara como es “Literatura”. Pero, evidentemente, lo que se encuentra es una selección de textos que, como era de esperar, pertenecen a la colección de la editorial que abastece al departamento y a sus profesores, así que, si a algún raro alumno le gusta leer, ahí encontrará una selección de títulos con los que pasar el rato y con los que engordar el buche de la editorial de su instituto.

En definitiva, cuando denunciamos toda la maraña burocrática y política de los centros, no podemos obviar que una de las vías de perpetuación de este sistema viene a través del mundo editorial que disfraza de ayuda al docente toda una serie de recursos (con el beneplácito de la Administración) para forrarse a costa de la enseñanza. Otro dato más de lo poco que a nuestro Ministerio le importa el sistema educativo.

Y de este modo, la profesora en su sala y el alumno en su casa, estarán leyendo a la vez la historia del bollycao y del niño que, enamorado, le prometía a su amada que se lo comería por ella.

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Categorías: Crónicas del País de las Maravillas, Diagnósticos

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7 comentarios en “El libro del profesor”

  1. 8 diciembre 2009 a 22:37 #

    Como te lea tu jefe de Departamento…

  2. 8 diciembre 2009 a 22:56 #

    Mari Cruz, ¿siguen las editoriales colocando a fray Perico? Lo curioso del caso es el poco poso que dejan las llamadas «lecturas juveniles». Su vida media es más corta que la de un isótopo radioactivo. Las del año anterior, que los maestros y profesores mantienen por lo que les gustaban a los alumnos, provocan un tremendo hastío en la siguiente generación. ¿Cómo se puede uno deleitar con «El pequeño vampiro» teniendo «Crepúsculo», cuyo protagonista está sin duda muchísimo más cañón? Han inventado la Literatura Juvenil de Prêt-a-porter. Es la cultura made in Zara. ¿Qué tiene el «Barco de vapor» para esta temporada de otoño-invierno? Pues dos de niñas emos, una sobre siniestras, otra de pijas y algo habrá sobre jugadores de fútbol portugueses. ¡Por Dios! ¡Y no hay nada nuevo de fray Perico?
    Un saludo.

  3. Borja Contreras Ortiz
    9 diciembre 2009 a 19:05 #

    Eso es educación para el consumo: Consume mucho y rápido, tonto, que esto son dos días y hay que divertirse.
    Poco fray Perico y mucho de su borrico.

  4. Mari Cruz Gallego
    9 diciembre 2009 a 19:37 #

    David: tengo la sensación de que el jefe va a estar de acuerdo conmigo…

    Antonio y Borja: como bien decís, es el consumo llevado a la enseñanza (igual que las TICs, las pizarras digitales y el power point, elementos que pueden ser útiles en un momento dado pero que cuando se consideran indispensables en la enseñanza no hacen más que reflejar su verdadera intnción: que no podamos vivir sin ellas).
    La hipocresía de todo este asunto es que, a la vez que se insiste en la legislación de que uno de los «objetivos» es «enriquecer el vocabulario y apreciar nuestra lengua», se insiste en que las lecturas deben ser lo más cercanas a ellos en intereses, de ahí que se seleccionen textos que son auténticos despropósitos del lenguaje. ¿Esta contradicción cómo se come? ¿De qué manera enriquecen mis alumnos su vocabulario si se tienen que leer una novela de adolescentes que hablan igual que ellos?
    Si es que se les desmontan los argumentos con una facilidad…
    Un saludo

  5. 9 diciembre 2009 a 19:48 #

    Bueno, y qué me decís de las ediciones adaptadas… ¿Adaptaciones de Los tres mosqueteros? ¿De Robinson Crusoe? ¿De Moby Dick? En mi centro se han escogido varias porque tienen unas ilustraciones muy bonitas… Por cierto, nunca pusimos Crepúsculo porque tenía muchas páginas… En fin. A mí me da igual, porque en clase soy yo el que decide qué se lee y les pongo otras lecturas, a veces sugeridas por ellos mismos.
    Un saludo.

  6. Antonio Guirado
    9 diciembre 2009 a 22:32 #

    Me pregunto si se atrevería hoy don Miguel a poner en boca de Sansón Carrasco aquello de que «no hay libro tan malo que no tenga algo bueno». Pero en fin, Mari Cruz, nos puede quedar el tonto consuelo de pensar que más vale tener consumidores de libros malos que consumidores a secas. Fuerza.

  7. Mari Cruz Gallego
    10 diciembre 2009 a 15:35 #

    José María: el tema de las ediciones adaptadas es complejo. Creo que depende de la realidad que tengas en el aula el que puedan ser útiles o no. Por ejemplo, en cursos de nivel muy bajo (reconocidos, me refiero a grupos de refuerzo, etc.) yo prefiero que lean la adaptación del Lazarillo (una que esté bien claro) a que lean una chorrada. Al menos algo de cultura general se les quedará. Ahora bien, lo que es un disparate es usar esas adaptaciones en grupos normales.

    Antonio: qué razón tienes, aunque eso de «consumidores de libros» no deja de ser una utopía (o no, personalmente prefiero la lectura como algo minoritario, auqnue suene elitista).

    Un saludo

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